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En muchos sentidos, el mundo será muy diferente después de que se supere la pandemia del covid-19. La crisis sanitaria dejará tras de sí una profunda y generalizada crisis humana, económica y financiera. Es predecible que las autoridades encaren señalamientos y críticas, e incluso que el mismo sistema de representación política sea cuestionado, independientemente de las responsabilidades. Como ocurre siempre, serán las percepciones sobre lo que se hizo o se dejó de hacer antes y durante la pandemia lo que definirá la dinámica del disenso y del nuevo consenso cuyos grados y alcances veremos en el correr del tiempo.

Los resultados pueden ser dramáticos y el costo también impactará con mayor severidad a quienes no lo advirtieron o lo minimizaron. Lo que se haya hecho o dejado de hacer será definitorio de la magnitud del impacto. La sociedad de manera diferenciada tomó providencias con oportunidad, el ejemplo oficial no fue consecuente con el cuidado y sirvió para que no pocos se desentendieran. Efectivamente, hubo quienes no dimensionaron el tamaño del problema para contenerlo y si así hubiese sido, pesará sobre ellos el haber actuado a destiempo. Lo deseable es que no tengamos aquí los lamentables resultados que se están presentando en otros países.

En China y otras regiones de Oriente pudieron contener la pandemia, con base en medidas que no dejan una lección positiva en términos del paradigma liberal. Las sociedades que vienen, obligan a actuar con gran sentido de responsabilidad. Lo importante es unir voluntades y acciones frente a la amenaza. No es tiempo de querellas ni de reclamos, sino de hacer lo necesario para que se salga pronto y de manera concluyente de esta crisis. La economía muestra expresiones muy preocupantes y esto trascenderá el tiempo que lleve la dificultad sanitaria. El mundo y el país quedarán sumamente lastimados. A esta generación corresponderá la reconstrucción que, bien llevada, dará oportunidad para mejorar lo que se tiene y aprender bien a bien las lecciones dolorosas de esta experiencia.

Es un imperativo que todos los gobiernos, Federal y locales, participen de una misma estrategia. Se trata de optimizar esfuerzos, recursos y salvaguardar la legalidad y la civilidad. Es preciso señalar que parte de las autoridades locales, sobre todo de las entidades con mayor densidad, independientemente de su origen partidario, tuvieron que actuar ante la pasividad de las autoridades federales para acciones de distanciamiento social y la explícita descalificación del Presidente sobre ese tipo de respuestas. El problema es mucho más serio y grave de lo que parece haber advertido el Presidente de la República.

¿Reaccionar desde la división o actuar desde la unidad? Decantémonos todos por la segunda opción, el Presidente incluido, la de las soluciones conjuntas, nacionales, que provengan de un mismo sentir como mexicanos. Es verdad, la democracia se construye con la diversidad de opiniones, con una gran paleta de expresiones distintas y con las ideas múltiples y variadas que nutren a nuestra sociedad. Pero la democracia también se construye con unidad, se practica sabiendo corregir o adaptarse a la cambiante realidad, haciendo a un lado las diferencias para enfrentar los retos comunes. En una democracia se puede pensar distinto, pero cualquier diferencia debe poder superarse en favor del bien común.

En este entorno, es de la mayor relevancia la unidad en torno a la Presidencia de la República, esto es, hablamos de la institución, no del partido o proyecto político que democráticamente la ocupa, tampoco hacemos referencia a la persona y a su muy singular forma de ejercer el poder y de conducirse con sus conciudadanos. La Presidencia es la institución fundamental del Estado mexicano. Es deseable que así lo entiendan quienes ahora gobiernan.

Lo que enfrentamos no da espacio a diferencias o exclusiones, porque detrás del covid-19 no hay una ideología, no hay una intención macabra, no hay una conspiración, tampoco militancia partidista. Nos encontramos frente a un reto que la especie humana debe afrontar, más allá de sus problemáticas sociales. Por eso es momento de un encuentro nacional donde se privilegie el bien de todos.

Lo que viene, nos lo está diciendo la realidad, anticipa dificultades ominosas por la secuela que habrá de dejar este inesperado e indeseable mal. Una vez superada la emergencia, lo relevante será aprender de la traumática experiencia y, desde luego, hacer realidad cambios que fortalezcan la capacidad de los gobiernos para hacer frente a desafíos como éste, siempre en el contexto de la democracia y de las libertades. Por ahora actuemos en unidad frente a un escenario catastrófico que nunca antes conoció esta generación.