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La crisis en la cárcel de Topo Chico en Monterrey, Nuevo León, es de las denominadas crisis latentes porque confluyen una serie de asuntos anómalos que se van dejando en el tiempo, por omisión o decisión, hasta que algo repentinamente exacerba la situación como fue el caso de la batalla campal –si no es que ejecución selectiva- de 49 internos de ese centro de reclusión.

Es latente porque, como una bomba de tiempo, puede estallar en cualquier momento.

Son muchos problemas que confluyen en numerosas cárceles del país. La sobrepoblación, la mezcla entre internos procesados y los que purgan sentencia; la colusión de autoridades con reos que tienen bajo control las prisiones; la discrecional o abierta participación de custodios en la protección de connotados reclusos, el tráfico de mercancías y drogas, por sólo mencionar algunas.

La única forma de combatir muchas de esas problemáticas radica en lo que ahora se ha hecho en la cárcel de Apodaca y en el mismo Topo Chico –tanto como se ha realizado en otras prisiones en otro momento- desmantelar las fuentes de privilegios y reacomodar a los reos en otras cárceles. O como sucedió, en caso extremo, la intervención militar directa.

Ha sido documentado periodísticamente por el equipo de Denise Maerker que el negocio por venta de protección, drogas, evitar trabajos y otras prebendas en Topo Chico era de 5 millones de pesos semanales. Y esto pudiera explicar una de las razones que llevaron al enfrentamiento de los dos líderes Zetas y sus bandas.

En un entorno de autogobierno y con la eliminación de la vigilancia militar, los riesgos en Topo Chico se incrementaron dentro de la crisis latente que siempre está presente en el sistema carcelario, donde las situaciones de mayor impacto son los motines, las fugas y los homicidios o lesiones multitudinarias.

El gobernador de Nuevo Jaime Rodríguez Calderón o, mejor dicho, el equipo del gobernante nuevoleonés quedó encerrado en una emergencia grave (no en la crisis en sí mismo) en cuyas primeras horas parecía haber perdido el control ya que había tres cuestionamientos: ¿por qué no se renovó el acuerdo federal para que militares siguieran vigilando Topo Chico?; ¿por qué en los tiempos de la era digital y el tiempo real (que fue por cierto clave en la estrategia electoral de “El Bronco”) tardaron tanto en salir a comunicar la situación y de manera errónea?; y ¿por qué no se atendió a tiempo a los familiares?

A Dios y el Papa Francisco debe dar gracias el gobernador porque la agenda mediática se cargó hacia la visita del Sumo Pontífice.

De lo contrario, la golpiza en los medios tradicionales y digitales que empezó a tundir al gobierno bronco habría llevado a una crisis de mayor envergadura.

Hay que recordar que la relación de Rodríguez Calderón con los medios de Nuevo León y varios nacionales se quebrantó al punto de que “El Bronco” ha fustigado con declaraciones a varias publicaciones y periodistas al punto de minimizarlos y tratar de exhibirlos.

Si no fuera por la visita papal, los acontecimientos habrían subido de mayor tono por la presión mediática y de grupos de interés diversos. Ganó tiempo el gobierno nuevoleonés para bajar el nivel de ruido que ocasionó el mal manejo de la información a los familiares; para –con ayuda federal- reacomodar a prisiones en otras cárceles de la región; desmantelar las fuentes de privilegio; fincar responsabilidades a funcionarios que sabían de lo que ocurría en Topo Chico y lo validaban por conveniencia, omisión o amenazas.

O el funcionario que sabiendo de la riña que se estaba gestando no actuó a tiempo o evitó no comunicarlo, con lo que el escalamiento se controló a tiempo.

En Topo Chico no hubo una crisis. Esa ya existía desde tiempo atrás, tanto como prevalece en muchas cárceles del país.

Hubo una emergencia grave por la batalla campal que condujo a la muerte multitudinaria de 49 reos, una de las más graves en el sistema carcelario del país.

Y en las emergencias es las que se mide el temple de los tomadores de decisiones. Al gobernador nuevoleonés empezó a salirse el tema, exacerbado por sus declaraciones y su notorio enojo.

“Quiero ser preciso. Hubo 52 muertos y 12 lesionados”, dijo molesto El Bronco a una periodista de Monterrey, regresándose incluso cuando ya había dado por concluida la primera conferencia de prensa donde se presentó para dar información inicial sobre la situación.

Luego uno de sus subordinados inmediatos tuvo que salir a corregir la cifra.

Pidió El Bronco a los medios comunicar lo dicho en la conferencia de prensa para informar a los familiares de los reos sobre la posición de gobierno. En Milenio Televisión una reportera fue irónica en tal sentido: los familiares lo menos que hacían afuera de la cárcel era estar viendo medios en ese momento cuando el ánimo de muchos estaba exacerbado por falta de información.

El gobernador Rodríguez Calderón justifico que ni él ni nadie de su gobierno se iban a presentar fuera de la cárcel en el momento en que los familiares estaban molestos porque ello podría haber provocado una tragedia mayor. No se iban a exponer, se desprende de sus dichos en otra conferencia de prensa.

El tema no era que estuviera él personalmente. Tal vez es porque ni siquiera tenían idea de qué informar a los familiares cuando se estaba operando adecuadamente el traslado de varios reos y se estaban haciendo las investigaciones internas. Mucho menos se les ocurrió llevar megáfonos para mínimamente calmar los ánimos de la gente en las afueras de Topo Chico. De plano uno de los familiares llevó su propia bocina, pero poco se usó.

Teóricamente está investigado que dentro de las cinco emociones negativas que confluyen en los tomadores de decisión frente a una emergencia o una crisis, está el coraje cuyo detonador central es la sensación de impotencia o la percepción de sentirse atacado.

Esta es la primera crisis fuerte del gobierno bronco. La reacción en los días siguientes ha empezado a ser adecuada –incluso hasta el punto de abrir las puertas de Topo Chico a los medios. Pero la reacción inicial habla de un temple que puede ser perjudicial en un contexto distinto de la agenda mediática y la agenda de los actores políticos y sociales. Sobre todo en emergencias graves.

Agradecido debe estar Rodríguez Calderón de la ayuda celestial y del reacomodo que pudiera costarle la relación con los medios locales. Una muestra más de que las crisis –sobre todo las latentes- requieren un abordaje serio y técnico, no ocurrente.

PostScriptum.- Detener la saciedad de los especuladores cambiarios era necesaria. Ya daban por contado que las autoridades monetarias le estarían sirviendo la mesa por tiempo prolongado obteniendo ganancias injustificadas. Lo interesante sería saber quién son esos especuladores que inflaron sus panzas a costa de las reservas internacionales. Seguro institucionales, pero quién quita haya personas en particular.