También quedó claro que para muchos la CELAC no busca reemplazar a la OEA, que, como fue evidente en Buenos Aires, abordan temas y tienen objetivos distintos
El martes 24 de enero, se celebró en Buenos Aires la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con la participación de 33 países de la región. El retorno de Brasil, luego de que el gobierno de Jair Bolsonaro había abandonado el mecanismo por dar protagonismo a países no democráticos, es uno de los hechos más significativos de esta cumbre, con el papel protagónico del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva.
Los más de 100 párrafos de la Declaración de Buenos Aires, contienen pronunciamientos sobre los principales problemas de la región, incluidos: la recuperación económica después de la pandemia; una estrategia sanitaria; la seguridad alimentaria y energética; el cambio climático; la cooperación en materia ambiental; el desarrollo sustentable; la lucha contra las drogas; la gestión de riesgos de desastres; la ciencia y la innovación para la inclusión social; la transformación digital; la infraestructura; la migración; la educación; la cultura; los derechos humanos; los derechos de los pueblos originarios y; la igualdad de género, entre otros temas. Pero más allá de la Declaración, resalta la concepción de que la integración, para que se lleve a cabo de manera permanente, debe de sustentarse en acciones que estén por encima de posiciones ideológicas, tal como lo señalaron los presidentes de Uruguay y Colombia en sus ruedas de prensa.
Otra de las definiciones de importancia consiste en la necesidad de que América Latina y el Caribe presenten posiciones comunes en los organismos internacionales. Destaca el reconocimiento de que la interlocución de la región con otras del planeta se debilita cuando no muestra una posición de unidad en temas de gran importancia como por ejemplo el financiamiento para el desarrollo y el cambio climático.
Si bien, la ausencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, limitó el papel de México en la cumbre, es justo destacar algunos elementos positivos de la participación de nuestro país, particularmente en lo relativo a la iniciativa sobre la integración de una agencia latinoamericana y caribeña regulatoria de medicamentos, que permitiría, entre otras acciones, la realización de compras consolidades de medicamentos y vacunas para todos los países de la región. Destaca igualmente la declaración especial sobre el tráfico de armas, tema en el que el gobierno mexicano ha puesto especial empeño; así como el apoyo de la región a la presidencia que nuestro país ejercerá en 2023 de la Segunda a Reunión de los Estados Parte del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN).
Sin embargo, también hay que señalar que se trataron temas en los que la CELAC no alcanzó consensos. La ausencia a cualquier referencia a la situación en Perú, mencionada en los discursos de varios mandatarios y representantes, como el Canciller Ebrard, así lo demuestra; del mismo modo la situación en Nicaragua, cuyo presidente estuvo ausente, no mereció ningún pronunciamiento pese a que algunos jefes de Estado, como el chileno Gabriel Boric, demandaron la liberación de los presos políticos en esa nación centroamericana.
También quedó claro que para muchos la CELAC no busca reemplazar a la OEA, que, como fue evidente en Buenos Aires, abordan temas y tienen objetivos distintos.
Tras la cumbre, se respiran renovados aires integracionistas, pero aún es muy temprano para echar las campanas al vuelo, antes deben de concretarse muchos de los compromisos y propósitos asumidos en esta y en anteriores cumbres. Solo el tiempo nos revelará si esta generación es capaz de alcanzar la tan anhelada integración de la región.
*El autor es Embajador Jubilado, coordina la Unidad de Estudio y Reflexión de América Latina y el Caribe del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).