Elecciones 2024
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Hasta hoy, el héroe de la película ha sido el peso mexicano, porque se ha usado como chaleco antibalas en esta turbulencia financiera global.

Si los tiempos actuales hubieran pillado a México con una paridad fija, como existía hasta mediados de los 90, estaríamos ya en la fase de declarar la emergencia económica y ante una devaluación brusca, de esas que sí generan crisis económicas.

El tsunami financiero que padecemos no se detiene con una paridad controlada, pero tampoco con el uso frenético de las reservas internacionales: la depreciación es inevitable.

Lo que sí se debe prevenir con todo ese dinero reservado es la especulación, la búsqueda de ganancias fáciles en operaciones cambiarias. Ahí es donde se debe usar ya el blindaje de las reservas para cuidar la salud de la moneda mexicana.

Lo que hay que ver es por qué el peso mexicano fue una de las monedas más defensivas durante los primeros 11 meses del año pasado y repentinamente de noviembre para acá la moneda mexicana se ha convertido en una de las divisas del mundo emergente más golpeadas.

La respuesta está en el petróleo.

En medio de tantos factores que han debilitado al mundo emergente, como el cambio en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos, la debilidad de la economía China, las tensiones geopolíticas que se balancean desde Irán hasta Corea del Norte, el verdadero talón de Aquiles de la economía mexicana está en el petróleo.

Toda la telaraña de calamidades está relacionada, un tema lleva al otro, pero su ponderación es diferente en cada región y país del mundo.

México tiene expectativas de crecimiento superiores al resto de la mayoría de los países de la región latinoamericana por su relación comercial con Estados Unidos y por el crecimiento de su mercado interno.

El dólar tan caro tendrá efectos inflacionarios hoy inevitables, pero sí controlables a través de la política monetaria. Pero la caída del precio del petróleo sí puede tener un impacto económico profundo si no se compensan sus efectos fiscales.

El año pasado que bajaron los precios del petróleo desde más de 100 dólares de mediados del 2014 hasta niveles inferiores a 60 dólares, el gobierno presumía sus coberturas petroleras, logradas en torno a 76 dólares por barril. Felicidades.

Increíblemente, para este año cerraron esos seguros alrededor de 49 dólares por barril. Otra vez, felicidades.

Pero está claro que el mercado petrolero no tenderá a la recuperación en el corto plazo, puede ser que tampoco estarán las cosas todo el año para que se mantengan los precios por debajo de 20. Pero para el 2017 quedó cerrada la solución de compensar el gasto vía coberturas.

Los recortes al gasto encuentran rápidamente un tope, porque la mayor parte de lo que ingresa ya está comprometido y aumentar los ingresos prende más los rojos focos de alerta en el terreno político.

Hoy nadie le quita el ojo a Mariano Rajoy, a quien hacer lo correcto con la economía española le costó la mayoría en las pasadas elecciones. Ahora, los propios españoles se exponen a caer en fórmulas atractivas, pero regresivas y peligrosas.

Pero dejar crecer los problemas fiscales para no arriesgar las elecciones es una fórmula ampliamente usada en México en el pasado con resultados fatales para la economía.

Por eso es que hoy lo más preocupante del tiempo real de la baja de los precios del petróleo es tratar de entender qué van a hacer las autoridades financieras con la salud macroeconómica en los años por venir, empezando con el 2017.