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La independencia de los bancos centrales es uno de los pilares fundamentales para que la política monetaria funcione de manera adecuada. El objetivo principal de ésta es mantener la estabilidad de precios a través de las diferentes herramientas de política monetaria como su facultad para determinar las tasas de interés y la cantidad de dinero en circulación en la economía.

En algunos casos, como el de la Fed, la política monetaria tiene un mandato adicional que es procurar el nivel máximo de empleo compatible con la estabilidad de precios. La independencia de los bancos centrales es fundamental para evitar el uso de las herramientas monetarias para fines políticos.

Como ejemplo podemos recordar lo que sucedió en México en los años 70 y 80, cuando las decisiones de política monetaria de Banco de México se dictaban desde Los Pinos y los gobiernos de Luís Echeverría y José López Portillo utilizaron al banco central como fábrica de dinero para financiar el creciente déficit público. Las consecuencias fueron altísimos niveles de inflación, una fuerte devaluación del peso mexicano y crisis económicas recurrentes.

A partir de la década de los 90, hay un cúmulo irrefutable de evidencia de los resultados favorables que ha tenido la independencia de los bancos centrales en cuanto al combate a la inflación y la estabilidad de la economía global.

Sin embargo, para algunos gobernantes, la tentación de limitar dicha independencia y ejercer un mayor control sobre los recursos y herramientas del banco central es inevitable.

Un ejemplo claro de lo que puede llegar a suceder cuando se juega con la independencia de un banco central es lo acontecido en Turquía. Los embates contra la independencia del Banco Central de Turquía comenzaron en el 2010 cuando su gobernador, Durmus Yilmas, dejó su puesto ante la constante intervención del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, en el proceso de toma de decisiones del banco.

Los embates se arreciaron en el 2015 cuando Erdogan nombró gobernador a Murat Cetinkaya, quien tenía como principal mérito ser amigo del hijo de Erdogan. Sin embargo, en el 2018 comenzó un proceso de desgaste ante Erdogan cuando Centinkaya desoyó a Erdogan y subió la tasa de interés de corto plazo de 11.25 a 24% en el 2018 para enfrentar un fuerte episodio de depreciación de la lira tuca.

Erdogan mantuvo a Centikaya en su puesto unos meses más después de que la lira turca recuperó parte de su valor después del alza en tasas. Sin embargo, en julio de 2019 Erdogan despidió a Centikaya cuándo éste no obedeció las ordenes de bajar la tasas de interés. Subsecuentemente, Erdogan nombró a Murat Uysal, un amigo de su yerno que inmediatamente se avocó a reducir la tasa de interés de manera agresiva.

Aunque en la práctica el Banco Central de Turquía ya había perdido su independencia, no fue hasta el 2019 que se hicieron los cambios legislativos para eliminarla legalmente. En el 2020, se hicieron cambios adicionales que dan mayor discrecionalidad al Primer Ministro para nombrar a los miembros de la junta de gobierno del banco, eliminando los requisitos de haber trabajado en el banco central.

A partir del 2020, Erdogan ha nombrado a una serie de miembros nuevos de la junta de gobierno sin experiencia alguna en temas económicos y de banca central. En marzo pasado, Erdogan dio un nuevo golpe de poder al destituir al gobernador del banco central por subir las tasas de interés.

El resultado de estas decisiones es claro: inflación y depreciación de la lira turca. Después de mantenerse en un rango de 1.30 a 2.00 entre el 2005 y el 2010, el valor de la lira turca pasó de 1.50 liras por dólar en 2010 a 8.50 al cierre de ayer. Mientras tanto la inflación promedio anual pasó de 8% entre el 2004 y el 2016 a 14%, promedio anual, durante los últimos tres años.

Hasta ahora, el presidente López Obrador ha sido fiel a su compromiso de respetar la independencia de Banxico y los nombramientos que ha hecho a la junta de gobierno han sido muy sólidos.

Sin embargo, su decisión de no ratificar a Alejandro Díaz de León y la promesa de que propondrá a un gobernador “partidario de la economía moral” podría poner en riesgo este pilar de la estabilidad financiera.