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Es evidente que durante el último año y medio la actividad económica en México ha experimentado una desaceleración muy importante.

Esta situación se ha venido dando en dos frentes: (i) por un lado, la economía ha sido afectada de manera negativa por una desaceleración de la demanda externa, dada por un crecimiento menor al esperado en la economía de Estados Unidos durante el 2013 e inclusive una contracción, también inesperada, en el primer trimestre de este año; (ii) por otro lado, la demanda interna se ha visto fuertemente mermada por una desaceleración en la creación de empleo formal aunada a la decisión del gobierno de imponer una serie de impuestos nuevos relacionados al consumo que han mermado de manera importante la confianza del consumidor.

Sin embargo, la mayoría de los especialistas ha pronosticado que el segundo trimestre debe presentar una aceleración con respecto al ínfimo crecimiento que se observó en el primer trimestre y que la segunda mitad del año debería a su vez marcar un ritmo de crecimiento considerablemente mejor al de la primera mitad.

La medición más reciente del Indicador General de Actividad Económica (IGAE), que corresponde al mes de abril, publicada hace un par de días, reveló un crecimiento anual de 0.5% con respecto al mismo mes del año anterior, cifra en línea con el consenso de mercado. Sin embargo, esta cifra está parcialmente distorsionada por el efecto del periodo vacacional de Semana Santa que durante el 2013 afectó marzo y durante el 2014 afectó abril.

La cifra más relevante, a juicio de este columnista, es la del crecimiento ajustado por estacionalidad contra el mes inmediato anterior, es decir marzo de este año. Dicha cifra desestacionalizada arroja un crecimiento de 1.2%, el más alto desde noviembre del 2012.

Para varios expertos, este podría ser el comienzo del fin del periodo de desaceleración-estancamiento de la economía mexicana.

Por un lado, el consenso de expectativas espera una aceleración importante de la economía de EU que debe traducirse en una reactivación importante de la demanda externa. Las expectativas de crecimiento para el segundo, tercer y cuarto trimestre son en promedio cercanas a 3 por ciento.

Por otro lado, hay señales que hacen pensar en que la demanda interna parece por fin lista para comenzar a despertar de su largo letargo. Una de éstas es la mejoría observada en la confianza del consumidor -que viene en ascenso gradual desde febrero- como resultado de un incremento en la creación de empleos formales del sector privado en los últimos meses.

Otra señal es que las ventas al menudeo, publicadas por la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), por fin tuvieron un crecimiento en términos nominales, a tiendas iguales, en abril y mayo de este año después de cuatro meses de cifras negativas. Vale la pena resaltar que este indicador había tenido un comportamiento negativo en nueve de los últimos 17 meses.

Otro factor que algunos economistas refieren es que el impacto negativo de la reforma fiscal en el consumo por fin se empieza a disipar, argumento que a los ojos de este columnista todavía resulta difícil verificar.

La segunda mitad de este año debe ser decisiva, en términos de la implementación eficiente de las reformas aprobadas el año pasado, para sentar las bases que pueden contribuir a cumplir con la asignatura pendiente del crecimiento.