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Por su pésimo manejo de la economía, Echeverría y López Portillo sembraron la debacle que abrió las puertas al neoliberalismo en México. Una doctrina que, según el ex secretario de Hacienda Carlos Urzúa (textos de octubre de 2019 en El Universal), la 4T aplica en 12 de sus 15 peculiaridades: disciplina fiscal, redirección del gasto público hacia la educación básica y la atención primaria de salud, tasas de interés determinadas por el mercado, tipo de cambio competitivo, reducción de aranceles al comercio exterior, atracción de la inversión extranjera directa, seguridad jurídica para los derechos de propiedad, autonomía del Banco de México, libre flotación del peso, metas inflacionarias para la política monetaria, libre asociación laboral y acuerdos de libre comercio (como el más reciente con Estados Unidos y Canadá).

Las excepciones son: ampliación de la base tributaria, privatización de las empresas estatales y promoción de la competencia económica.

Inspirado en el liberalismo de los siglos XVII y XVIII contra la intromisión de las monarquías y el absolutismo en el ámbito civil, el neoliberalismo cobró auge en los años 70 y 80 del siglo pasado para liberalizar la economía y el comercio con una tajante disminución del gasto público y la intervención de los gobiernos en los negocios privados. Su significado y utilización han variado y, sin consenso sobre lo que hoy es, su aplicación extrema (en Chile con el dictador Augusto Pinochet, en el Reino Unido con Margaret Thatcher y en Estados Unidos con Ronald Reagan), con variantes locales, fue adoptado por casi todos los países desarrollados y emergentes. El vocablo se ganó connotaciones peyorativas para condenar los efectos del liberalismo económico, la privatización de empresas estatales, la apertura y la desregularización del mercado, asociándolo al pensamiento derechista y englobando ideas dispares del liberalismo clásico, el conservadurismo, el feudalismo y el fascismo.

Condenado reiteradamente por el presidente López Obrador por favorecer a los menos y empobrecer a los más, al neoliberalismo le atribuye la violencia galopante y, en estos días, el asesinato de la niña Fátima.

“Sostengo que se cayó en una decadencia; un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal. Siempre he dicho que se mide el desempleo, el crecimiento. Se mide el número de homicidios, pero no se mide el grado de descomposición social que produjo la política neoliberal”, manifestó.

Tentado por la generalizadora inferencia ideológica de la criminalidad, el senador Martí Batres manifestó su coincidencia con un aventurado tuit de precisión: “Es cierto. El feminicidio, como se conoce en nuestros días, es producto del neoliberalismo. Ciudad Juárez lo demuestra. Trabajadoras de las maquilas fronterizas, lejos de sus ciudades de origen y sus familias, sin red de protección social, fueron las primeras víctimas…”.

Ajá. Porque antes nunca fueron asesinadas mujeres, ¿verdad?