Elecciones 2024
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La densidad del debate, el miedo y la polarización son elementos que inhiben no solo advertir los aciertos del de enfrente, sino las oportunidades que se presentan en medio de la adversidad. El país debe reemprender el camino. Debemos partir de un estilo de gobernar que difícilmente cambiará, pero esto no es obstáculo para que sociedad y gobierno encuentren planos de colaboración para minimizar riesgos y potenciar oportunidades. Entre gobierno y sociedad hay temas, asuntos y agendas en las que no hay razón para mantener el desencuentro o la disputa.

El petróleo ha contado para el bien y para mal también. No es tanto como la maldición a la que hace referencia López Velarde, pero se le parece. Su aportación a las finanzas públicas ha sido significativa. Por ejemplo, sin Cantarell otra hubiera sido la historia para el país, sin duda fue una aportación relevante en ese momento muy difícil para México. Lamentablemente, a Pemex se le piensa más como aportante financiero que como empresa, y la postura de este gobierno respecto a su papel en el futuro es extemporánea, más después de la pandemia que moverá al mundo, inevitablemente, a estar más atento a sus responsabilidades, como la de cuidar el medio ambiente, que significa disminuir la dependencia del carbón y el petróleo como generadores de energía.

A contrapelo del petróleo, el comercio con nuestros socios del norte ha sido un motor más relevante no solo para el crecimiento económico, sino para el desarrollo social y la modernización integral del país. Fue un acierto de México haber optado por ello. En estos años no ha sido fácil lidiar con el vecino por la actitud antiinmigrante de algunos en la sociedad norteamericana, articulada electoralmente por su presidente. La renegociación del acuerdo comercial es favorable a los tres países, incluso el capítulo laboral, positivo en cuanto a que democratiza al sindicalismo asociado a las empresas, en el marco de acuerdo comercial.

De modo que México tiene frente a sí una oportunidad extraordinaria, única. Muy pronto, cuando tenga lugar el encuentro de los presidentes Trump y López Obrador, posiblemente en julio, el tema fundamental será el acuerdo comercial y los nuevos términos de esta relación. Ocurre cuando Estados Unidos, por razones de seguridad nacional, debe redefinir su relación política, económica y comercial con China, que trasciende posturas ideológicas o partidarias. El país oriental no les es confiable por su indiferencia a la legalidad y la casi nula protección al derecho de propiedad intelectual. La economía norteamericana se ha visto subvertida por un supuesto aliado ventajoso, que se desentiende de sus obligaciones y de los derechos de los demás. Más recientemente, una gran mayoría de los norteamericanos se han sentido profundamente agraviados por el manejo intencionadamente reservado y a ratos mendaz de las autoridades chinas ante el tema covid-19.

Insisto, el panorama coloca a México frente a una formidable oportunidad. El gobierno norteamericano, con o sin Donald Trump como su presidente, está obligado a revisar a fondo su relación con China. Nuestro país tiene todo el potencial para sustituir las cadenas productivas y la proveeduría de aquel país, sin mayores concesiones, simplemente dándole continuidad al proceso de integración que inició hace más de 25 años. Sin embargo, hay un tema toral y definitivo para concretar esa oportunidad: el estado de derecho, asunto que incide en la certeza, principio fundamental para la confianza económica que sólo es posible en el respeto a la legalidad. Obviamente, las consultas populares a modo para suspender obras o inversiones en curso constituyen un mal mensaje en cuanto a la certeza legal que el país pude ofrecer frente a los deseables inversionistas en esta hipotética nueva oportunidad.

Aquí mismo lo he señalado, si el actual gobierno diera curso a reivindicar la legalidad, esto es, abatir la impunidad y mejorar el sistema de justicia, se generaría un punto de quiebre y con toda razón el régimen se acreditaría en un momento significativo en la historia del país, lo que daría espacio para llamarlo la Cuarta transformación de México.

La oportunidad que tiene ante sí el país es singular. Son coyunturas que se presentan rara vez en la vida de las naciones. Con visión y perspectiva, la apuesta del presidente López Obrador debe trasladarse del petróleo al comercio con EU y Canadá. Esto significa, necesariamente, redefinir qué se puede hacer en la nueva prospectiva energética mundial; los proyectos de inversión pueden persistir, pero deberán adecuarse a la realidad.

Si el tema central para hacer más confiable la relación económica con nuestros socios comerciales es el de legalidad, el Presidente tiene la fortaleza institucional y el aval social para una transformación de tal magnitud. La oportunidad a la vista bien merece una revisión de planes y una pausa en la confrontación que nos permita potenciar lo que ahora se presenta. Más allá de lo que divide, es mucho más lo que une a los mexicanos.