Elecciones 2024
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El domingo me invitó a comer mi amigo Andrés. Me citó temprano. No vaya a ser que te vayas a la marcha de los chalecos México para protestar contra los siete meses de gobierno de Andrés Manuel López Obrador —me dijo con ironía.

—Cómo crees —le contesté—ya parece que voy a andar en esas danzas.

—Creí que ya pensabas igual que el hipócritamente decente Pedro Ferriz de Con, ¿con quién habrá ido a la marcha a la que convocó, con su esposa o con su secretaria con la que hace o hacía el amor bien rico? (Aquí Andrés utilizó un verbo sinónimo de agarrar que en mi semántica del siglo XX me parece de mal gusto reproducir —aunque el tal verbo, entre otras cosas, sirve para reproducir).

—¿Qué te hizo pensar que yo sería capaz de ir a esa marcha?

—Algunas de tus últimas columnas. En la del Chairo Negro le tiraste duro y a la cabeza a Andrés Manuel.

—No exageres. El Chairo Negro fue un personaje que se me ocurrió; lo que éste piensa o dice no necesariamente es mi opinión sobre… En ese momento, me di cuenta de que AMLO es tocayo de nosotros dos. Sobre nuestro tocayo —completé la frase. Por lo demás, hablas de columnas y que yo recuerde sólo ha habido una, la titulada “Conflicto con la autoridad”, que dediqué íntegramente a manifestar mi desencanto por el político tabasqueño que siempre contó con mi voto. En ella reiteré lo que ya le había dicho cuando siendo presidente electo decretó el “punto final” para los gobiernos anteriores al suyo, lo que significó borrón y cuenta nueva. También le recriminé eventos y situaciones que deberían de haber sido analizadas y orientadas por el presidente y sus colaboradores de manera más propia, más científica. Expresé mi inconformidad con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, el desabasto de medicinas y el cierre de los albergues infantiles. Manifesté que, sin generalizar y sin distinción de género, los miembros del gabinete lopezobradorista me parecían personas a las que les quedó grande el cargo o individuos que le quedaron chicos a AMLO.

—Es más —continúe con mi alegato— te aseguro que un buen porcentaje de los que hoy acudan a las marchas en contra del Mandatario votaron por él y ahora están inconformes por el estado de cosas que impera en el país. Sobre todo porque votaron con la esperanza de que a las primeras de cambio, el gobierno encabezado por López Obrador metiera a la cárcel a, cuando menos, un pez bien gordo. Ha pasado el tiempo y no ha caído ni un charal. El que más cerca ha estado es Emilio Lozoya y ya ves cómo se va diluyendo el affaire. Bastó con que su abogado hábilmente insinuara la necesidad de citar a comparecer a Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y Pedro Joaquín Coldwell para que le bajaran de ardor. Otra cosa que me parece surrealista —por decir lo menos— es que el presunto delincuente Lozoya y el Fiscal General de la República, Alejando Gertz Manero, sean clientes del mismo abogado.

—Mira —interrumpió Andrés mi monólogo— en la portada de Proceso que salió hoy, trae como noticia principal que un año después de la elección, hay síntomas de frustración.

Aquí advierto al lector interesado en la conversación que reproduzco —los no interesados hace mucho que se fueron— que los domingos en que Andrés me invita a comer o va a mi casa a lo mismo, previamente ya leyó, aunque sea parcialmente o por encimita la precitada revista. Por lo cual me preparo y hago lo mismo.

—Sí, le digo, la leí en la portada, por cierto —le mato el gallo— el senador Ricardo Monreal me da la razón en parte a lo que escribí sobre el gabinete de nuestro tocayo: “He hablado del acompañamiento deficiente del gabinete porque lo atribuyo a la curva de aprendizaje, incluso a la inexperiencia de algunos de ellos, y a la falta de conocimiento sobre el estilo del presidente. Siento que los funcionarios le temen o son demasiado cuidadosos para no incurrir en una desviación de recursos, no firman nada, no licitan nada para no meterse en ningún problema, pero finalmente eso se va al subejercicio y afecta la economía en el gasto”.

Todo el tiempo que yo he hablado que fue bastante, Andrés bebió; sin taza ni medida, me interrumpe para decirme que lo mejor del semanario esa semana es la entrevista con Porfirio Muñoz Ledo, al cual hay que hacerle un homenaje a cambio de que él publique sus memorias de manera franca y verdadera.

—En eso estoy de acuerdo —le digo— urge que Muñoz Ledo publique sus memorias antes de que se le olvide todo.

La conversación da un giro. Andrés me pregunta sobre el título de mi columna de esta semana. Le digo que quiero usar la primera frase de una canción de Felipe Valdés Leal: “Hace un año que yo tuve una ilusión”. Me dice que ese título va en contra del gobierno de nuestro tocayo. Él tiene un título mejor: “Feliz Medio Año Nuevo”.