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La vieja expresión de que “las crisis son también oportunidad” es un lugar común, pero resume con certeza que aún ante las peores circunstancias hay salidas y soluciones. 

Quienes nos dedicamos a la gestión de situaciones críticas lo tenemos claro. Pero si bien se pueden avizorar las oportunidades, no es sencillo establecer con claridad el cómo o los cómos. Más complicado aún en acontecimientos como los de Guerrero.

Y es que la crisis que empezó en Iguala no es una crisis, son varias crisis –algunas de ellas todavía latentes-  que se han entreverado y escalado hasta conformar una crisis sistémica que demanda no una estrategia sino varias estrategias y acciones no sólo que atiendan o resuelvan los hechos críticos, sino que contengan o eviten consecuencias mayores.

Por ello es simplista tratar de entender y  analizar desde una sola perspectiva la crisis de Guerrero, y del país, o sugerir una sola vía de acción en su manejo, como han señalado algunos comentaristas y políticos. Por ejemplo, el tema se encuentra en un nivel de escalamiento tal que está incidiendo en la percepción de alerta en los mercados financieros. Por ende, potencialmente puede trasminar lo político y social en el óptimo desarrollo económico del país.

Y esta crisis, en particular, demanda no la acción de una sola cabeza, sino de muchas cabezas entendidas estas como los líderes de todos los sectores que toman decisiones o inciden en ellas. Es un asunto en que los liderazgos políticos, económicos, sociales tienen que llegar a acuerdos. Es una crisis sistémica, no sólo la crisis del gobierno.

El hecho detonador fue la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa pero como se comentó en este espacio, Iguala dejó al descubierto las venas de un sistema enfermo, infectado por la corrupción, la delincuencia, la inseguridad, la impunidad, la colusión y complicidad de gobernantes, la falta de confianza, las escasas o bajas oportunidades de desarrollo para mucha gente, la propia cultura que se ha tejido por años entre la sociedad de que el que no tranza no avanza, de que primero yo antes que los demás .

La corrupción es un camino de dos vías; el que da y el que recibe. Y esa disposición a dar es la que ha abierto las puertas a la extorsión y la complicidad.   

Si bien el término crisis sistémica es más propio de la economía, se puede aplicar en las circunstancias actuales de México no sólo para entenderla, desagregarla, analizarla y recomponerla para poder definir las oportunidades y acciones más pertinentes que se deben aplicar.

Jean Claude Trichet de la Junta Europea de Riesgo Sistémico define que una crisis sistémica es cuando “todo el sistema en su conjunto entra en crisis, colapsa por incapacidad, por falta de acuerdos y por falta de instrumentos para resolver los problemas creados por su propia dinámica”.

Es claro que la crisis que hoy vive México no es sólo del Gobierno Federal. Es de los partidos, de los gobernantes municipales y estatales; de las organizaciones de la sociedad civil, de las iglesias que –por conveniencia o miedo- guardan silencio; de los cuerpos de seguridad civil y militar. De todos.

El tejido social –como se ha dicho por varios expertos- está roto al punto de una descomposición que está generando una olla de presión cargada de hartazgo que debe despresurizarse.

Una de las últimas crisis sistémicas que vivió México fue después de los famosos errores de diciembre. Por las razones que haya sido pero el sistema bancario y financiero del país estuvo en riesgo; se contuvo con una amarga medicina llamada Fobaproa que aún se sigue pagando, más otra serie de medidas económicas que contuvieron la situación.

La crisis de crisis que hoy vive México demanda igual acciones de fondo. Pueden ser muchas, sin duda; lo que no debe perderse de perspectiva es que hay un daño sistémico. Una de esas posibles soluciones es la necesaria Reforma al Sistema de Seguridad y Justicia –que no se quede sólo en el papel- sino que permita recuperar la confianza y credibilidad en las instituciones. Otra, que se refuercen los organismos  de vigilancia y sanción de los servidores públicos, a fin de que se eliminen y disuadan las conductas de quienes gobiernan para evitar desvíos, irregularidades, corruptelas. Bienvenida la Agencia Nacional Anticorrupción, pero se requiere más acciones.

Esta crisis de crisis exige también ir a las causas sociales de la descomposición: atacar la pobreza, la inequitativa distribución del ingreso, reducir la brecha en las oportunidades. Dar acceso a la educación, a la capacitación, a la integración de cadenas productivas no sólo a gran escala sino que promuevan la incorporación al empleo e ingreso digno.

Requiere de acuerdos políticos y voluntad cierta de querer recomponer el país. Hay trabajo político arduo que hacer. 

Las emociones encontradas que viven hoy los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa son las emociones de muchos sectores de la sociedad mexicana la cual está agraviada, dañada por la delincuencia, la impunidad, la indolencia y omisiones de una clase política que ha desdibujado las ideologías por un pragmatismo ramplón. 

¿Hay salida a la situación actual? Sin duda. México, su gente, siempre ha salido aún de las circunstancias más difíciles, pero hoy se requiere una solución de líderes, no sólo de uno y su grupo allegado. Se requiere un pacto político y social de gran calado. Un pacto que permita a los mexicanos recuperar la confianza, la credibilidad y la tranquilidad perdida.

Pero un pacto no de cúpulas ni de componendas, sino que apunte hacia una real visión de Estado y de país.

Post scriptum.- Duele ver como la convivencia social se rompe hasta en las tradiciones. Colonos de Club de Golf Hacienda, en Atizapán de Zaragoza, estado de México, cancelaron este año la entrega de dulces a los niños que cada fiesta de Halloween o Calaveritas acudían a las casas. La razón es que, el año pasado, los delincuentes aprovecharon esta circunstancia para cometer sus fechorías y meterse a asaltar, amén de que los malandrines están desatados en ese municipio.