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Para Estados Unidos, la relación bilateral con México es quizá la más importante.

De ella depende el futuro de una compleja gama de asuntos que van desde reformas económicas, un intercambio comercial superior a 614 mil millones de dólares anuales, seguridad, intercambio educativo y cultural, acciones contra el tráfico de narcóticos, migración, tráfico humano, cooperación en materia de energía, salud pública y otros.

De una relación tensa, hostil y agresiva de Estados Unidos a México, en la década de los 90’s, que se caracterizó por continuas acusaciones de acciones “insuficientes” contra el crimen organizado, corrupción de altos funcionarios federales, policías y jueces o violación a los derechos humanos, el trabajo de los dos gobiernos llegó al nivel de mayor cooperación, durante la gestión del ex presidente Barack Obama.

La confianza mutua permitió que por primera vez en la historia los dos gobiernos compartieran información sensitiva para el combate contra el crimen organizado transnacional.

Se entrenó y equipó a agentes y militares mexicanos; se apoyaron sus actividades, con un total de 3 mil millones de dólares, a través de la Iniciativa Mérida, -que el canciller Marcelo Ebrard aparentemente ha dado por muerta-, y se consiguió que por primera vez se autorizara el uso de armas para defensa personal de agentes federales estadounidenses, trabajando hombro a hombro con sus contrapartes mexicanas, en la detección, investigación y arresto de grandes capos del narcotráfico.

También, que las fuerzas armadas mexicanas recibieran cursos de entrenamiento de tropas en Estados Unidos y -por primera vez en la historia- participaran en ejercicios militares conjuntos, para eventuales respuestas contra enemigos comunes.

Los avances logrados, se tradujeron en una mayor eficiencia de la operación de 55 puertos de entrada que comparten Estados Unidos y México a lo largo de la frontera de 2 mil millas facilitando también el flujo comercial y actividades relacionadas, lo que se redujo considerablemente durante los últimos 4 años, bajo la gestión del ex presidente Donald Trump y a causa de la pandemia.

Hay que recordar que Trump inició su campaña presidencial con agresivos ataques contra los “mexicanos que traen droga y crimen a Estados Unidos” y prometió “construir un muro fronterizo para contenerlos”.

Eso marcó el inicio de un deterioro gradual de la relación bilateral, al que siguieron fuertes críticas porque “México permitía el cruce de caravanas de migrantes de Centroamérica hacia Estados Unidos”.

Consciente de la vital importancia de la relación Estados Unidos – México, el presidente Joe Biden seleccionó a Ken Salazar, su ex compañero en el senado, como su embajador en México para recuperar el terreno perdido los últimos 4 años y balancear la relación con México, su vecino, amigo y segundo socio comercial más importante, -hogar de 1.5 millones de estadounidenses.

El nuevo embajador en México es uno de 8 hijos de Henry y Emma Salazar, estadounidenses de cuna humilde, con raíces mexicanas y españolas, que vivieron en el sureste de Estados Unidos, antes de migrar hacia el Valle San Luis, en el estado de Colorado, donde se han dedicado al cultivo de la tierra, durante 5 generaciones.

Así lo confirma su apellido, grabado en piedra, entre los de los rancheros y granjeros autorizados para usar el agua del primer canal de riego, que ellos mismos construyeron en el pueblo de San Luis, uno de los más antiguos de Colorado.

El rancho de los Salazar, en el lugar denominado Los Rincones, era iluminado con lámparas de aceite, ya que contaron con energía eléctrica hasta 1982, por lo que crecieron sin ver televisión.

Henry Salazar, su padre, sirvió en el ejército de Estados Unidos en el que alcanzó el grado de sargento, luchando durante la II Guerra Mundial. A su muerte, fue enterrado vistiendo su uniforme. Emma, su madre, a los 19 años, también quiso incorporarse al ejército, trabajando en el Pentágono.

De esa familia, Ken se convirtió en el primero de los 8 hermanos en obtener un título universitario en 1977, en la Universidad de Michigan.

Practicó leyes durante unos años y en 1998 fue elegido Procurador General de Justicia de Colorado, cargo para el que fue reelecto en 2002.

Después, ganó la elección que lo convirtió en el primer mexicoamericano electo para el Senado de Estados Unidos, fuera de Nuevo México, donde lo vimos y entrevistamos, promoviendo la Reforma Migratoria y la solución de desafíos entre los dos países.

Durante su trayectoria en el Senado de Estados Unidos, Ken Salazar ha ganado un profundo conocimiento sobre inmigración, recursos naturales, seguridad nacional, seguridad fronteriza, energía, narcotráfico y otros, fundamentales en la relación México-EE.UU.

El ex presidente Barack Obama lo integró a su gabinete como secretario del Interior, donde su desempeño enriqueció aún más sus conocimientos y experiencias, llevándolo también a ganar el respeto y reconocimiento por un destacado desempeño, lo que hace confiar, tanto al presidente Biden, como a sus asesores, que logrará eliminar turbulencias en la relación bilateral y enfocarla hacia la expansión y fortalecimiento en beneficio de los dos países.

La llegada de Ken Salazar a México se produce, después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador, tácitamente manifestó su apoyo político al presidente Donald Trump, durante una visita a la Casa Blanca, en Julio de 2020, relacionada con la firma del TMEC.

Durante esa visita, AMLO evitó siquiera hacer una llamada de cortesía al actual presidente demócrata Joe Biden, a quien todas las encuestas daban como ganador.

Una vez realizadas las elecciones en noviembre de 2020, en las que fue señalado como ganador, AMLO evitó felicitar al nuevo presidente, sin pensar en las consecuencias que eso tendría para el pueblo de México y después, con una actitud arrogante durante la visita de la vicepresidenta Kamala Harris a México, exigiendo a Estados Unidos “la suspensión inmediata de financiamiento” a grupos que luchan contra la corrupción oficial y el fortalecimiento de la democracia, en México, como hace EE.UU en todo el mundo.

La misión del nuevo embajador Ken Salazar es primero que nada, ganar la confianza del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, para luego enfocarse a la solución de problemas surgidos en temas como la inversión de empresas estadounidenses en el sector energético, el control de la inmigración, seguridad fronteriza, comercio, intercambio educativo y la recuperación de la confianza que haga posible retomar los avances antes logrados en la relación bilateral, en beneficio de los dos pueblos.

*Texto reproducido con autorización del autor y publicado en LA Times