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Podemos por algún tiempo sacar a Grecia de nuestra hoja de riesgos financieros de corto plazo, pero más vale no perder de vista la realidad de que la deuda de ese país es impagable y de que la pauperización de su población puede tener repercusiones políticas inesperadas.

Por lo pronto, vaya que es algo para festejar que los alemanes tan reacios a las concesiones con los más débiles del continente hayan accedido a aprobar en su Parlamento el tercer paquete de rescate financiero para Atenas.

No sin algún desgaste político, pero Angela Merkel logró el objetivo de imponer un paquete de ayuda que no contempla una sola quita de deuda, una sola concesión que no pase por la obligación del país helénico de ser muy estrictos con su austeridad, sus privatizaciones y sus pagos puntuales a los acreedores.

Incluso, a la par de la aprobación de los parlamentos europeos, la calificadora Fitch le subió la calificación a la deuda griega, del nivel de basura de “CCC”, a un escalón de basurita de “CC”; ambas son señales en rojo intenso de advertencia del peligro de invertir en una economía con tantos problemas.

Por lo pronto, con el primer tramo recibido, Grecia garantiza los pagos inmediatos de sus vencimientos. Así que financieramente Grecia ya no debería ser por ahora un ingrediente más de ese coctel de problemas mundiales que nos azotan, salvo que un cambio político radical en ese país europeo nos marque lo contrario.

Lo cierto es que lo que hoy tiene ese país es tiempo, no una solución. Y la ecuación es fácil: una nación en proceso de entrar en una recesión profunda tiene que enfrentar un nivel de endeudamiento que alcanza 170% de su Producto Interno Bruto.

Van a aumentar impuestos, van a privatizar lo que puedan, van a recortar algunas de las más absurdas prestaciones sociales que implementaron en años anteriores, van a recortar pensiones, van, pues, a entrar en un ambiente de austeridad y con todo eso implementado no tendrán viabilidad por el tamaño de su deuda.

Los motores económicos griegos son pequeños, su industria es incipiente, sus servicios mercantes son lo más destacado, pero básicamente se trata de licencias expedidas en nombre de ese país. Su fortaleza es el turismo, pero no alcanza.

El Fondo Monetario Internacional anunció que no se integrará en un plan de rescate a Grecia hasta que los socios europeos no consideren una reestructura de ese enorme monto de deuda.

Evidentemente que Alemania es el primer opositor a que los griegos se salgan del guión de la disciplina, un poco por su estructura mental y mucho más por no poner malos ejemplos entre otras naciones que si bien tienen situaciones menos críticas, también tienen deudas enormes.

Grecia, pues, nos regala una pausa en medio de otras tantas preocupaciones financieras, pero está muy lejos de ser un expediente cerrado.

Lo que el país helénico está corriendo es un maratón, los 86,000 millones de euros que ahora consigue en un tercer plan de rescate a tres años es tan sólo un poco de hidratación en su camino. Porque la verdad es que la meta de la salvación ni siquiera se ve cerca para ese país.