Elecciones 2024
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Cuando uno se convierte en mamá o papá, imaginamos todo en corto plazo, es decir lo momentáneo lo que más podemos visualizar.

Tener en tus brazos a tu bebé, te lleva a esperar los pequeños instantes futuros como la mirada, la sonrisa, el que se siente, el que camine, el que duerma en su cama y el que te bese.

Así poco a poco va avanzando el pensamiento, conforme van creciendo. Porque claro, después viene la escuela, los amigos, las tareas y las distintas amenidades consecuentes.

Pero pocas veces piensas en la Navidad, en la noche de los regalos, en la magia de Santa Claus y es hasta que llega el día en que te descubres corriendo a buscar entre tus recuerdos de la propia infancia para rescatar la diversión y las ocurrencias.

Como el apotegma “infancia es destino”, porque no tenemos un manual listo con puntos a palomear a la hora de recrear una noche navideña.

La cena, la narrativa de los duendes, de los ayudantes de Santa, de Papá Noel, del Niño Dios, de pequeños regalos o de una juguetería entera bajo el árbol.

Cada familia funciona bajo dinámicas heredadas y recuerdos compilados años tras años, y quizá hasta entre generaciones.

Aunque mi pequeña ya tiene tres años y aún el año pasado disfrutó los regalos, fue hasta ahora que había que pensar en la dinámica de la fantasía, y de qué sí y qué no hacer.

Entonces se me vinieron un montón de imágenes a la cabeza, los regalos, las sorpresas en el árbol de navidad y las múltiples odiseas que hacíamos mi hermano y yo para descubrir nuestros regalos porque por alguna razón siempre viajábamos en esas fechas.

Fotografié todo para no olvidar - fotografire-laura-garza
Foto de Laura Garza

Muchas de esas imágenes eran fijas, no como ahora que todo es video y llegas hasta tener la certeza de haberlo vivido. Todavía soy de aquellas que los álbumes de fotos fueron parte fundamental de mi familia y tomar fotografías ya era una de mis tareas desde la primaria.

Es curioso ir a casa de los padres y encontrar en las cajas, esos álbumes y descubrir que muchas de esas fotografías las tomé yo o incluso en mi generación de la primaria, cuando publican algunas en Facebook también me doy cuenta que mis mismas fotos se duplicaron para todos.

Entonces es que llego a reflexionar sobre cómo el recuerdo les da vida a esas imágenes fijas, en donde aparecemos de chiquitos haciendo muecas, en pijamas, con los juguetes de la temporada allí regados en el piso y nuestros papás con una sonrisa discreta y muy al fondo.

Recordar es vivir, así lo escribí por la mañana.

En mi nuevo rol de mamá, de preparar una madrugada antes la escena de felicidad próxima; despertar y acudir con la máxima expresión de sorpresa e incertidumbre por saber si Santa Claus había traído los regalos pedidos, solo hizo trasladarme a mis navidades de niña.

Pensé en las fotografías allí guardadas, en las que mis papás querían capturar para dejar un recuerdo sin saber quisiera, que cuando esos chiquillos fueran a convertirse en padres, estarían imitando un poco esa esencia del 24 de diciembre por la noche.

Hoy mi hija al descubrir pisadas de lodo en la sala, me pidió mi teléfono para tomar fotos y después contarles a los abuelos.

Quizá hoy fotografiamos más porque tememos enormemente olvidar y queremos retener lo más que podamos lo que nos ha gustado de cada día y de cada persona. Lo llevamos allí en la memoria del teléfono o en varios discos duros. Allí se quedan para un día re-editarlas.

Esta navidad nos hemos compactado a lo mínimo, con los más cercanos o en soledad. Nuestras casas se han convertido en verdaderos refugios que nos han visto pasar durante todo este año en tan distintas emociones y necesidades.

En cada fotografía que hoy le tomé a mi hija abriendo los regalos, solo podía verme a mí y entender la satisfacción de mis padres en cada sonrisa y caja rota de manera incorrecta por sacar prontamente los juguetes.

Infancia es destino, porque decía Freud que todo eso que vivimos en la primera infancia será nuestra vida original, y el resto solo serán experiencias mezcladas.

E igual como Fontcuberta nos lo ha explicado en sus múltiples textos, en que la fotografía funciona de la misma manera que nuestra memoria.

La fotografía nos detona, nos provoca, nos remonta a otros tiempos y nos hace viajar a lo que ni siquiera conocemos, nos hace posible eso que pensamos imposible.

Creo no olvidar que en esta navidad del 2020 volví a ser niña, pero por si acaso, fotografié todo para recordarlo.