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No me acuerdo si la dijo alguien o es producto de la sabiduría popular. Lo que importa es la frase que dice: “Amigo no es aquel que te colma de elogios sino el que te dice la verdad”.

Rodeado de una burbuja, creada y resguardada por sus íntimos colaboradores NOV (Nuño, Osorio y Videgaray, no necesariamente en ese orden), el presidente Enrique Peña Nieto no oye más consejos que el de este trío de funcionarios, amigos y consejeros del primer círculo. El segundo, si es que existe, está a varios kilómetros de los Pinos.

Advierto que lo que digo es una suposición que no puedo probar pero que a fuerza de oírla en círculos donde se maneja información que procede de las esferas políticas he empezado a considerarla factible. Con ese carácter aquí la comento.

Según he sabido, el actuar público y toma de decisiones del jefe de las instituciones nacionales sólo obedece al consejo de la tercia de ases precitada. Además, como, por lo general, los discursos del primer mandatario salen del cacumen de la tercia de colaboradores, o de la oficina y bajo la supervisión de uno de ellos, si no es que de los tres. Del aplauso que se le ofrece al presidente por una pieza oratoria, un porcentaje del mismo les corresponde al autor o a los autores de la misma.

Tan acostumbrado está el inquilino de los Pinos a recibir el cumplido de una ovación al terminar una alocución, que el pasado martes al final de su perorata ante los representantes de los medios de comunicación dio las gracias y se quedó con las ganas del acostumbrado aplauso. Rápido de mente le comentó a su vocero: “Ya sé que no aplauden”, jactándose de lo bien que conoce a sus interlocutores. A los que, por lo visto, no conoce bien son a sus operadores de audio, que no cerraron el micrófono de inmediato y su comentario, que pareció queja, se escuchó en la transmisión.

Yo, lo digo públicamente, fui de los que no aplaudí. En primera porque no asistí a la ceremonia. En segunda, porque, aunque oí el discurso en mi casa, tenía las manos ocupadas. En tercera, porque yo soy de los que prefiere decirle la verdad a la máxima autoridad nacional que colmarlo de elogios. Y no crean que por ello me considero amigo del licenciado Peña Nieto. No lo pretendo. No lo deseo. Bueno sí, me gustaría ser amigo del mexiquense, pero no ahora, sino hasta comenzar el año 2019 por cualquiera de estos dos motivos: 1.- Si estoy lúcido y en buenas condiciones físicas para hacerle una entrevista exhaustiva y en varias sesiones, para que de ahí saliera una biografía autorizada y verdadera. Y 2.- Si no estoy lúcido y, por el contrario, estoy enfermo, para que como cuate me ayude con los gastos médicos.

Ahora me remontaré al siglo XVI, cuando el actor, director y dramaturgo de gran versatilidad, Lope de Rueda (1510-1566), comienza el teatro español, que llegó a su máxima cumbre con Lope de Vega (1562-1635).

El teatro de Lope de Rueda y, posteriormente, el de su tocayo de Vega, se caracterizaron por tres tipos de prácticas escénicas diferenciadas: la populista, la cortesana y la clasista. En la primera de éstas cabe el entremés, antecedente del sainete; pieza teatral breve de tono humorístico de un solo acto. En este género, como lo hace constar el estudioso del tema Eugenio Asensio, es necesario un personaje -él lo llama “el simple”- que es pasivo y que entra a escena acompañado de un segundo que es el elemento al que llama “el payaso de las bofetadas”, el que desata la risa porque es “objeto permanente de befas y burlas”. “La violencia que recibe este personaje es en el plano de lo simbólico lo que permite desplegar la risa sin sentimiento de culpa”.

El martes pasado, subieron a escena el actor Virgilio Andrade como el personaje simple y Enrique Peña Nieto como el payaso de las bofetadas, a representar el sainete titulado “Investígame pero no se lo digas a nadie”, escrito por la trinca -sustantivo que es primo lejano de trinquete- de amigos del presidente.

Si los autores se propusieron que Peña Nieto causara risa a raudales lo lograron con creces. Esta vez en lugar de escribirle el acostumbrado decálogo le escribieron un octálogo -ocho acciones cómicas desde su sintaxis. Aquí les va, textualmente, la primera parte de la número uno: “A partir de mayo de este año, mes que por ley todos los servidores públicos entregan la declaración patrimonial, será en consecuencia obligación de los servidores públicos federales presentar una declaración de posibles conflictos de interés”.

Lea el texto anterior, tradúzcalo al español y póngase en el lugar de un servidor público federal al cual, supongamos, un proveedor le brindó una fiesta en la que estuvieron presentes Montana y sus amigas. ¿Qué declara?

Héroe del sexenio

Ha sido costumbre en nuestra vida política dedicar algunos sexenios a un personaje de nuestra historia. Luis Echeverría dedicó su sexenio a don Benito Juárez; Miguel de la Madrid dedicó el suyo a don José María Morelos y Pavón. El periodo presidencial actual, que ha obrado el milagro de que en el segundo año parezca que ya estamos en el quinto, ha dedicado el sexenio a Fray Bartolomé… de las Casas.