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Cuando me inicié en el ejercicio periodístico (febrero de 1969) me contaron que hubo un diario llamado La Capital que un día tituló así su nota principal: Mató a su madre sin causa justificada.

Además de ingeniosa y sorprendente, la frase tenía el mérito de sugerir que algunos asesinatos filiales pueden tener una (desde luego siniestra) razonable excusa. Recuerdo aquella enseñanza porque lo mismo sucede con las mentiras, siempre desagradables pero eventualmente necesarias. Son faltas generalmente veniales, mucho menos graves que los pecados mortales.

Nadie que yo sepa escapa de decir mentiras que sirven para evitar problemas personales, familiares, amistosos o institucionales, y estoy convencido de que los gobiernos generan el mayor número de embustes, pero algunos resultan explicables o comprensibles cuando la verdad puede acarrear consecuencias desastrosas para la gobernabilidad.

En el caso de la entrega voluntaria de la propietaria del Colegio Rébsamen que el gobierno capitalino presentó como detención policiaca, me asombra que haya proferido mentiras contumaces, que permiten parafrasear: Mintió sin causa justificada.

Los mensajes de WhatsApp intercambiados por el abogado Javier Coello Trejo y la cuñada de la propietaria del Colegio Rébsamen dados a conocer por Ciro Gómez Leyva en Imagen y Radio Fórmula no solo reteconfirman que la profesora decidió someterse a la autoridad (y que su encarcelamiento nada tiene que ver con alguna exitosa operación policiaca o el tip de una imaginaria “denuncia anónima”), sino demuestran lo más bochornoso del caso: que la puesta a disposición fue resultado de una desagradable negociación que, no obstante, me parece fue necesaria.

Y eso es, precisamente, lo que negó la doctora Claudia Sheinbaum, quizá porque negociar en asuntos de justicia despide tufos de reducción o dispensa de condenas.

Pero ahora que se sabe que todo se fraguó (incluido el montaje de la teatral captura en un restaurante de Tlalpan) con la complicidad del incómodo hermano Enrique, lo negociado fue el pago de los 5 millones de pesos de recompensa que había ofrecido la Procuraduría capitalina:

(Y) menos que digan que yo estuve de acuerdo con lo que le ofrecieron a Enrique y, con todo respeto, si se entrega antes de que se vea lo Juridico, perdón pero yo no puedo defenderla… ¿No puede esperar que se preparen las cosas jurídicas? ¿Es un capricho de ella o de ustedes? (…) Qué extraño que apenas hablaron con el famoso diputado y el subsecretario ya se quiere entregar. No mi amiga, yo no me chupo el dedo y va mi prestigio de por medio, pero ni modo, la van a destrozar más de lo que ya lo hicieron, escribió el litigante, y la cuñada le confió: Ayer tuve problema fuerte con Enrique porque le pedí que la convenciera que no lo hiciera y hasta de pleito salimos.

Aplica Juanga: Pero qué necesidad.

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