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El sectarismo invade instituciones clave del conocimiento diagnosticadas enfermas de neoliberalismo por la 4T, empeñada en imponer, a partir de la enseñanza básica, “la revolución de las conciencias”.

Muestras de esa maquiavélica convicción es la extinción de las estancias infantiles por suponerlas manejadas por “la derecha”, la anunciada proscripción de términos “reaccionarios” en los libros de texto gratuito, la desaparición de escuelas de tiempo completo, el atentado contra el CIDE o la reciente imposición de un enamorado de la dictadura norcoreana y presidente del Comité Mexicano de Estudios Kimulisunianos, Ramón Jiménez López, como director de los 254 planteles del Tecnológico Nacional de México (donde se forman aproximadamente 600 mil estudiantes).

El miércoles de la semana pasada, Héctor Aguilar Camín tituló La destrucción educativa su columna Día con día, y al día siguiente la cabeceó Imponer y Educar. Acredita en ambas colaboraciones las “imperdibles lecturas” del especialista en educación Gilberto Guevara Niebla (biólogo y maestro en Ciencias por la UNAM; uno del puñado de legendarios líderes del Consejo Nacional de Huelga en 1968 y preso político del diazordacismo).

“La educación mexicana pinta para ser una catástrofe anunciada”, escribió Aguilar Camín, entre otras razones porque “no importan ahora ni la efectividad de lo que se enseña ni la calidad de lo que se aprende (…). En la nueva escuela mexicana todos aprenden de todos, no para entender el mundo (…) sino transformarlo, de acuerdo con las necesidades y aspiraciones de la comunidad (…).

La nación y los valores universales del conocimiento deben dejar su espacio a algo que se parece mucho a la exaltación del pueblo, del barrio, del pequeño entorno urbano o rural de la escuela” como si ésta “no hubiese sido siempre lo contrario: una ventana al mundo de saberes y valores universales que potencian y mejoran a la comunidad”.

Al día siguiente (basándose en Guevara Niebla), publicó que “el autor secreto de la de-construcción educativa” se llama Paulo Freire, “un talentoso, elocuente y disparatado” brasileño “padre de la llamada pedagogía crítica”, confeso de no haber sido nunca pedagogo sino un político, impulsor de la educación orientada a “liberar al pueblo oprimido”, que debe darse “fuera del Estado, precisamente en las comunidades que habitan los oprimidos”.

Héctor concluye: “En algo fundamental desoyen a Freire los hojalateros educativos de la llamada 4T. No quieren impartir la educación política liberadora por fuera del Estado, sino desde su mismo centro, torciendo la burocracia, los presupuestos, las escuelas y los maestros del Estado. Quieren imponerse desde el Estado, no educar desde la sociedad”.

Tal es el caldo en que se cuece todo lo que la titular de Educación, Delfina Gómez, deja que suceda para no distraerse de sus agraviantes aspiraciones políticas, pese a que fue atrapada con las manos en la extorsión de los empleados municipales de Texcoco…