Todo aquel que estime un crecimiento mayor para Estados Unidos habrá de reflejar una mayor expansión para México
Nada sería más deseable para este país que la Secretaría de Hacienda tuviera razón con su pronóstico de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de México este año de hasta 3 por ciento.
Ya sería lo de menos que todo el mundo se tuviera que aguantar a sus funcionarios regañando a los analistas y presumiendo los pedacitos bonitos de las gráficas económicas que muestren que México crece como nadie.
Por supuesto que el diablo está en los detalles y lo que no les escucharemos decir a los funcionarios de este régimen es que la economía mexicana apenas se ha recuperado a los niveles previos a la pandemia.
Y mucho menos nos recordarán que arrancaron este gobierno con una recesión en el 2019, por lo que todavía no logramos recuperar los niveles que tenía la economía el sexenio pasado.
El punto es que, si soñamos con un crecimiento en este 2023, ya no digamos de 3%, de al menos 2%, lo único que podemos hacer es rezar para que en Estados Unidos les vaya requetebién y puedan jalar a la economía mexicana.
La suerte del norte es la suerte de este país, así de llano. México no tiene los motores internos suficientes para impulsar un crecimiento propio a esos niveles por arriba de su promedio histórico.
Pueden presumir desde el gobierno que la inversión fija bruta crece espectacular si solo toman una fotografía de un tramo muy pequeño de las estadísticas del cierre del año pasado, pero cuando vemos la caída sexenal que ha tenido este indicador básico para el crecimiento lo que tenemos es un derrumbe histórico.
El gasto público, además de marginal, ha tenido un destino totalmente improductivo que lo anula por completo como factor de crecimiento de la economía mexicana.
Así que las posibilidades de expansión de la economía mexicana a una tasa superior a 1% este año pasan por las expectativas de que la economía estadunidense se mantenga lejos de una recesión para el cierre del año, que se mantenga el crecimiento en la tasa de consumo en aquel país y que no baje el entusiasmo de las empresas estadounidenses por el nearshoring.
No hay manera de que este régimen corrija la mala calidad de su gasto para influir positivamente en el crecimiento del país, tampoco se le ve con interés de dejar de diezmar la confianza de los inversionistas, al menos que no dinamite los puentes que nos unen al crecimiento de la economía estadounidense.
Ya en algún momento le creyeron a Donald Trump que, si no refugiaban en México a los migrantes y usaban a la Guardia Nacional para cuidar la frontera de Estados Unidos, aquel gobierno aplicaría aranceles de 25% a las exportaciones mexicanas.
Bien harían en creerle a las autoridades comerciales de Estados Unidos y Canadá que podrían llevar a México a un panel del T-MEC que resolvería aplicar aranceles a las exportaciones mexicanas por las violaciones al acuerdo trilateral en materia de agroindustria y energía.
Es un hecho que vamos a ver correcciones al alza de los pronósticos de crecimiento de la economía mexicana. Desde los analistas que consulta el Banco de México hasta los organismos internacionales.
Todo aquel que estime un crecimiento mayor para Estados Unidos habrá de reflejar una mayor expansión para México.