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En el ABC de cómo transitar la 4T sin morir en el intento están esas expresiones del lunes de los más famosos empresarios de un aeropuerto espectacular y no pocas carretadas de alabanzas de políticos opositores que encuentran en el arte de tragar sapos su propia supervivencia.

Y si aplica para la terminal aérea en Zumpango, Estado de México, sirve para cualquier otra cosa que envuelva una posible intervención del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como la compraventa de un banco.

Citigroup arrancó el año con la decisión de vender Banamex, un negocio altamente rentable, en un mercado con grado de inversión. Pero que, ciertamente, no embona en su estrategia global de abandonar la banca de menudeo y de paso que le quitaría dolores de cabeza en un país que ha elegido un camino populista.

Claro que nadie está para aceptar que el mercado mexicano puede ponerse jabonoso con el actual régimen, pero ahí están como el botón de muestra las múltiples “condiciones” que ha puesto el propio presidente López Obrador para aprobar la venta de Banamex.

Hay algunas muy lógicas, propias de las preocupaciones que debe tener un estadista, como la solvencia de los compradores, el pago de impuestos que se generen en la transacción y que los compradores estén al corriente en sus obligaciones fiscales.

Pero hay otras propias del estilo de gobernar de la 4T, como discriminar a los extranjeros o querer ordenar a los compradores cómo deben disponer de sus activos, en especial el acervo cultural.

Por eso, entre los interesados hay quien quiere bailar al son que le toquen en Palacio Nacional para estar en la gracia presidencial y así llegar como finalistas para la compra de Banamex.

Claro, aún dentro de este modelo intervencionista en el que está México, quien decide si lo vende y a quién es Citi, en el entendido de que contar con la bendición cuatroteísta es uno de los factores indispensables en la operación.

Y con este gobierno mexicano no sorprende que Banorte lance una campaña para calentar la compra de Banamex como la que lanzó esta semana.

De entrada, Banorte cumple con todos los requisitos presidenciales, empezando por el más importante para el régimen nacional-populista de ser mexicanos. No habría problema en que Banorte patrocinara un enorme y espectacular museo para todo el patrimonio cultural.

Y si de paso le pueden poner un poco de folclor al proceso de elaborar una oferta, pues podrían obtener una ventaja política en el proceso. Ahí es donde se inscribe la invitación de Banorte a los mexicanos para que participen como inversionistas para la compra del banco estadounidense.

¿Levantar capitales, agradar al gobierno, hacer un poco de ruido publicitario, o todo junto? Como sea, suena muy adecuada a estos tiempos de mucho peso en la propaganda.

Ahí se inscriben declaraciones como ésta del presidente de Banorte, Carlos Hank González, “esta es una oportunidad histórica para fortalecer a la banca nacional, sumando empresarios y público mexicano”.

Es muy desafortunado el espíritu chauvinista de la 4T porque hay jugadores extranjeros que podrían hacer un gran papel como dueños de Banamex.

Aunque, sin duda, Banorte es uno de los mejores tiradores, y el mejor de capital mexicano, para expandirse con Banamex.

Y, de paso, le entiende muy bien al juego político nacional.