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Pues ahí está la primera respuesta monetaria de la Junta de Gobierno del Banco de México del año y bajo la gubernatura de Victoria Rodríguez Ceja, un incremento de 50 puntos base a la tasa de interés referencial para llevarla a 6 por ciento.

Específicamente, el primer voto de la nueva integrante de la Junta de Gobierno fue a favor de ese incremento de medio punto porcentual en la tasa de referencia en el entendido, para la mayoría de ellos, de que la magnitud y la diversidad de los choques que han afectado a la inflación y sus determinantes pueden contaminar las expectativas de mediano y largo plazos y con ello la formación de precios.

Con esta decisión la tasa interbancaria regresa al nivel que tuvo en abril del 2020, cuando el costo del dinero estaba en plena picada como respuesta al freno económico que provocó el confinamiento por la pandemia de Covid-19 en aquella primera ola.

Ese referente pasó de 8.25% en agosto del 2019 a 4% en febrero del 2021, esto en compañía de la decisión de política monetaria de otros bancos centrales del mundo, en especial de la Reserva Federal de Estados Unidos que llevó su tasa de 2.5% en el verano del 2019 al cero en marzo del 2020, además de un muy agresivo plan de compra de bonos para dotar de una liquidez extraordinaria a los mercados.

También, en compañía de esa decisión del Banco de México de llevar las tasas a niveles de 4% durante algunos meses del 2021 estuvo el hecho apabullante de una caída del Producto Interno Bruto durante el 2020 de 8.5 por ciento.

El banco central mexicano ha sido reactivo, desde esa maravillosa condición de autonomía, ante una realidad económica mundial derivada de uno de los hechos históricos más importantes que hoy seguimos enfrentando: la pandemia de Covid-19.

Si el banco central mexicano hubiera sido en esta crisis una dependencia más de gobierno, como solía serlo el siglo pasado, seguro que su reacción habría sido tan torpe como la que tuvo el gobierno federal.

La negación del impacto de la crisis de Covid-19 en México llevó este país a ser uno de los que más personas fallecidas han tenido en la pandemia y una de las economías con mayor caída y menor recuperación en el ámbito de las economías abiertas y democráticas del mundo.

Es indiscutible que hoy México enfrenta una de las tasas inflacionarias más altas de lo que va del Siglo XXI, pero también es un hecho que los niveles inflacionarios del país son una gráfica espejo de lo que sucede en otras economías, como Estados Unidos o la Unión Europea.

De hecho, Estados Unidos ayer reportó una inflación anualizada de 7.5%, más alta que 7.07% de la inflación general de México, la más elevada desde principios de 1982.

Pero la virtud de la autonomía del Banco de México le ha permitido reaccionar con decisiones técnicas, no políticas y menos populistas ante esa presión inflacionaria persistente.

Aunque, claro, nunca falta quien quisiera ver la política monetaria reaccionando lentamente y con el pasmo del gobierno federal, pero como sea es un solo voto.