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Cuando al presidente López Obrador le piden un balance sobre las actuales condiciones de la economía, ante la posibilidad de una recesión global, en medio de un ambiente de elevada inflación y altas tasas de interés, todo lo resume a que la economía está bien. Fin de su balance, lo demás son lugares comunes y los acostumbrados ataques a sus adversarios.

Las mañaneras son solo un espacio de propaganda dedicadas a hacer exactamente lo contrario a lo que debería ser un foro del poder Ejecutivo. Son monólogos de descalificación de aquellos que piensan diferente y de esfuerzos descarados para promover su opción electoral.

Nunca han sido esas conferencias de Palacio Nacional ese espacio que originalmente se ofreció para la rendición de cuentas gubernamentales.

En materia económica, como en el resto de las actividades del gobierno, la única voz que se escucha es la del Presidente y de aquellos a quienes López Obrador decide prestar los micrófonos de su espacio. Nadie fuera de esos reflectores tiene el permiso de salir ante la opinión pública a rendir cuentas.

Es increíble que la figura más relevante para dar información económica oficial en el país sea el titular de la Profeco, Ricardo Sheffield, quien se dedica a crucificar a los gasolineros que se atreven a participar en un libre mercado de los combustibles.

Los feligreses del régimen tendrán suficiente con los dichos presidenciales de una economía que va requetebién, sustentada en el mundo de los otros datos.

Los que requieren de información puntual del desempeño económico-financiero recurren a las fuentes de información directa, como el Inegi o los reportes de la propia Secretaría de Hacienda.

Pero hay un segmento de la población, muchos de esa tan despreciada clase media, que quisieran escuchar de vez en cuando un balance en voz de los expertos en temas económicos del gobierno federal.

Es comprensible que el titular de la Secretaría de Hacienda no sea muy activo en su comunicación social, o bien que lo haga solo en ambientes muy bien controlados, porque su jefe directo es López Obrador.

La secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, solo aparecerá cuando sus temas tengan relevancia política y lo hará en el marco de la mañanera. Y del resto de secretarios y subsecretarios del ramo, literal, ni hablar.

Lo que parece muy extraño es que una figura como la gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez, se ciña a esa instrucción presidencial de funcionarios mudos, cuando claramente se trata de una institución autónoma y con tantas cosas por comunicar.

El Banxico ha encontrado en el subgobernador Jonathan Heath un faro para anticipar la dirección de la política monetaria mexicana.

Afortunadamente su voz es sensata, el sentido de las votaciones apuntan a que su punto de vista no es único al interior de la Junta de Gobierno y da esa visibilidad necesaria que debe tener un banco central del tamaño del Banco de México.

Lo cierto es que en el terreno de la información económico-financiera del país no aplica aquello de que los espacios vacíos se llenan, porque simplemente hasta el más mínimo huequito está ocupado por la propaganda presidencial de las mañaneras.