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Sin el aparato de Estado y el carisma del presidente Andrés Manuel López Obrador al partido oficial realmente le queda muy poco que ofrecer rumbo a las elecciones presidenciales del 2024.

Aislados del poder presidencial, todos los que ahora montan ese supuesto proceso interno del régimen para definir a su candidato oficial no son más que apéndices de una fuerza política descomunal, a la que claramente seis años de gobierno le parecieron pocos.

Es un hecho, López Obrador no vio venir la fuerza de la senadora panista Xóchitl Gálvez como una viable aspirante presidencial de la oposición.

Con toda esa maestría en el manejo de la propaganda, el régimen se preparaba, con el grito de “al ladrón”, a señalar que habría un dedazo para designar como candidato opositor, fingiendo un proceso democrático, a Santiago Creel.

La candidata de López Obrador es Claudia Sheinbaum y usa a las corcholatas, con la zanahoria de los premios de consolación garantizados, como parte del montaje para disfrazar su decisión. Pero la propaganda dice que hay que señalar a los opositores de las faltas propias y así lo hace.

En esas andaba el Presidente, en señalar a Creel Miranda como el ungido de Salinas, Claudio X. González y demás enemigos inventados, cuando brincó en el escenario Gálvez Ruiz.

Se notó que el régimen trastabilló y con una impericia pocas veces vista en el círculo presidencial se han dedicado a fortalecer la figura de la senadora opositora, de la misma forma torpe en la que Vicente Fox fortaleció la imagen del propio López Obrador.

La gran damnificada hasta este punto es la corcholata del Presidente que ha desaparecido del mapa y no aguanta ninguna comparación con la figura emergente de la oposición. Y lo que hace el Presidente un día sí y el otro también es fortalecer a Xóchitl Gálvez.

Sin embargo, a pesar de que esta eventual candidata opositora ya convenció y preocupó al régimen, a los que tiene que convencer primero es a los opositores, tanto a los partidos como a los ciudadanos.

Después de muchos tumbos, los presidentes del PAN, PRI y PRD dieron un golpe maestro interno en la eventual construcción del Frente Amplio por México.

Convencer a José Ángel Gurría para que forme parte de un grupo de expertos en la formación de esa alternativa opositora es algo que va a convencer a muchos opositores de la 4T.

Tanto Gurría, como en su momento José Antonio Meade, y muchos otros que hoy siguen inscritos en busca de la candidatura presidencial, podrían ser excelentes presidentes de México. Sus conocimientos y experiencia le darían otra oportunidad a este país, pero hoy la primera condición es el carisma.

Alguien como Gálvez lo tiene, además de atributos técnicos, pero para muchos que entienden el momento tan complejo que vive el país, sí hacía falta la experiencia que aportan personajes como el exsecretario general de la OCDE.

Si Gurría es la primera pieza de un grupo de especialistas que diseñen, y eventualmente ejecuten, un plan viable de reconstrucción del país, si cuentan con un candidato o candidata que tenga carisma y posibilidades de ganar la presidencia, puede ser real la premisa de que Morena no es invencible en las urnas el próximo año.