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Los primeros que deben tener clara la decisión del grupo financiero estadounidense Citigroup de haber postergado la venta de Banamex, para retomarla el próximo sexenio a través de los mercados bursátiles, son sus clientes.

Cuando un cuentahabiente escucha que el régimen de Andrés Manuel López Obrador quiere controlar ese banco privado para manejarlo y revolverlo con su Banco del Bienestar, más de uno, con total sensatez, piensa en sacar su dinero.

Por eso, por la estabilidad de esta institución bancaria y por la tranquilidad de sus clientes, debe subrayarse que Banamex no está ya a la venta.

Salvo que claro, sea tal la obstinación autocrática de López Obrador que le hagan una “oferta” a los dueños del banco que no pueda rechazar, como lo ha hecho en otros casos en los que han forzado a otros grupos empresariales a tomar decisiones que no les agregan valor, pero les ahorran problemas.

De hecho, si Banamex no se vendió es porque al potencial comprador, Germán Larrea, le expropiaron parte de su negocio ferroviario y claramente lo alertó sobre la posibilidad de que su nuevo negocio bancario pudiera correr la misma suerte.

La gran ventaja que tiene Banamex sobre otros activos de empresarios mexicanos es que detrás de este banco está el grupo financiero más grande del mundo y que para Estados Unidos su estabilidad es un asunto de seguridad nacional.

Sin embargo, el ruido que hace este régimen con la obstinación presidencial de quedarse con Banamex puede contaminar a los que todavía le escuchan y le creen. Esto afecta la credibilidad del banco y por lo tanto le puede pegar a su valor.

Ahora, está claro que las palabras presidenciales ya han perdido todo peso en el ámbito económico-financiero, porque ese mundo de los otros datos es solo propaganda pura.

Pero cuando un funcionario que conserva algún prestigio entre los agentes económicos, como el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, sale con aquello de que su jefe, el secretario de Hacienda, le ha pedido “evaluar los distintos escenarios sobre los cuales tal vez sería benéfico para México adquirir el banco”, se encienden otro tipo de alertas.

Yorio dijo, además por teléfono y desde el Medio Oriente donde anda de viaje, que el régimen buscaría comprar parcial o totalmente Banamex para mezclarlo con el Banco del Bienestar.

Ese Frankenstein financiero que inventaron con el Banco del Bienestar está en camino de tener la misma suerte que el Instituto de Salud para el Bienestar, de fracasar tan rotundamente hasta su desaparición.

Entonces, cuando del lado del gobierno una de las pocas voces con algo de credibilidad sale a decir que quieren gastar miles de millones de pesos del erario para comprar un banco del tamaño de Banamex, para echarlo a perder como todo lo que ha tocado este régimen, se toma como una advertencia seria.

Con el mensaje adicional de que desde el régimen lopezobradorista no les importa que una entidad del tamaño y la influencia global del estadounidense Citigroup haya decidido ya no vender un banco que les pertenece. No es difícil imaginar la reacción en Palacio: “que no me vengan con que Banamex es su banco”.