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Hugo López-Gatell, el epidemiólogo en cuyas manos está el diseño de la que cobra forma de cantinflesca estrategia gubernamental frente al reto del coronavirus, aplicó ayer una sorprendente variante del enfoque “técnico” en que tanto insiste como premisa clave para sortear la crisis: la abyección, al atribuir al presidente de la República poderes tan inauditos como metafísicos, que se antojan superiores a los concedidos por sus vasallos a caudillos en países donde se cultiva el repugnante culto a la personalidad.

Interrogado ayer sobre los riesgos de contagio en los actos en que Andrés Manuel López Obrador tiene contacto físico con multitudes, el subsecretario profirió expresiones que vale la pena leer y releer:

“Por qué el presidente saluda y besa no tiene un sentido técnico. Desde el punto de vista técnico, el señor Presidente tiene dos connotaciones, y técnico me refiero al manejo integral de una epidemia como un fenómeno social. El primero es que es una persona, y como persona hay que respetarla igual que a todos, y todos sus derechos de privacidad. Nadie tiene por qué estar acosando al señor licenciado Andrés Manuel López Obrador como persona, esa es su privacidad, y también él tiene todo ese derecho, aunque sea una figura pública. Segundo, hay una connotación también técnica. Va un poco más allá de lo médico, pero es parte de la salud pública, que es cuidar al jefe del Estado, igual que a otro personal estratégico, y eso también es responsabilidad nuestra, pero los mecanismos no son el andar haciendo recomendaciones generales para que aterricen en el Presidente. Eso tiene otros mecanismos. Y afortunadamente él goza de buena salud y, aunque pasa de los 60 años, no quiere decir que es una persona de especial riesgo. Les voy a decir una cosa muy pragmática: casi sería mejor que padeciera coronavirus, porque lo más probable es que él en lo individual, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune, y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él…”.

Le preguntaron entonces:

–Si llegara a ser portador y va a las zonas de alta marginación, ¿podría contagiar?

Y el doctor se desató: “La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio en términos de una persona, un individuo que pudiera contagiar a otros. El Presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o que tengo yo, y usted también hace recorridos, giras y está en la sociedad. El Presidente no es una fuerza de contagio. No tiene por qué ser la persona que contagie a las masas o al revés…”.

Con su pragmatismo ampliado, López-Gatell debiera “casi” desear también que toda la población mexicana mayor de 60 años, que el Inegi estimó en algo superior a 10 millones, contraiga la peste.

Total, quienes sobrevivan podrán, “técnicamente”, ufanarse de haber ganado, si no la inmortalidad, al menos la inmunidad contra el virus que matará solo a dos, aproximadamente, de cada mil.