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Finalmente, los analistas que consulta de manera mensual el Banco de México voltearon a ver la situación política interna como un factor que puede entorpecer el crecimiento económico.

El hecho de que hasta los expertos en fórmulas econométricas ya hayan notado que los conflictos políticos estorban el crecimiento económico nos recuerda que, efectivamente, esa descomposición nos cuesta.

Puede resultar sutil, pero que hasta un rockero se plante en la principal plaza pública y en el más grande foro de conciertos del país para pedir la renuncia del presidente y meterse en temas que difícilmente conoce a profundidad nos habla de esa incertidumbre política interna.

Algo menos sujeto a la interpretación es que las autoridades de Michoacán prefieren liberar de la cárcel a 30 presuntos delincuentes que causaron daños severos en una manifestación de supuestos normalistas, a cambio de la liberación de un grupo de policías secuestrados y para comprar tiempo antes de la siguiente manifestación violenta que ejecuten.

La larga lista de focos rojos locales, en combinación con todas las adversidades externas, explica por qué hoy, como nunca antes en varios años, son una abrumadora mayoría los analistas que calculan que el clima de negocios va a empeorar durante los próximos seis meses.

Es tan claro como esto: México no enfrentaba un índice de percepción de los expertos tan bajo desde abril-mayo del 2009, cuando este país no sólo enfrentaba los efectos de la Gran Recesión mundial sino también de la crisis del virus de la influenza H1N1.

Incluso en los momentos más emblemáticos de las calamidades sexenales, como la entrada en vigor de la reforma fiscal en enero del 2014 y la violencia en Iguala entre grupos del narcotráfico y los normalistas de Ayotzinapa en medio, no se había descompuesto tanto el optimismo de los analistas.

Es evidente que cuestiones externas, como la posibilidad de triunfo de Donald Trump, se convierten en un factor de riesgo local, por todo lo malo que se pronostica para este país si ese señor llega a jurar como presidente de Estados Unidos. Pero hay una combinación ineludible de componentes internos con todas las adversidades externas.

Los expertos en economía que consulta el banco central y que se han convertido en un referente importante no dejan tampoco de revisar sin freno sus expectativas de crecimiento a la baja; también han emprendido un camino de corrección al alza de sus pronósticos de inflación y no paran de estimar una depreciación mayor del peso frente al dólar.

En cuanto al crecimiento económico, las expectativas para este año están ya en un nivel tan bajo como 2.13%, lo cual ya no refleja mucha sorpresa cuando apenas le restan tres meses al 2016. Pero, para el próximo año, la baja ubica ya las expectativas en 2.36% de crecimiento del Producto Interno Bruto.

En materia inflacionaria, el deterioro de la expectativa apunta a 3.45% de aumento de la inflación general para el 2017. El tipo de cambio al cierre del año siguiente lo calcula en 18.65 pesos por dólar, con tasas de interés en 5.40 por ciento.

Además de estos números, es justamente el apartado de las opiniones más abiertas el que vale la pena tomar en cuenta, sobre todo, porque los factores internos pesan cada vez más, a la par de las pesadas lozas externas.