Elecciones 2024
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Pemex está mejor ahora que en los últimos 30 años. Esta declaración presidencial no la aplaudieron ni los que le festejan todas, simplemente porque es muy difícil de creer.

Y aunque la rebaja en la calificación crediticia de la deuda de la petrolera por parte de la firma Fitch Ratings desató la ira de Andrés Manuel López Obrador, lo cierto es que sí les movió el piso y ahora van a tomar cartas en el asunto.

El diagnóstico de lo que ha pasado con Petróleos Mexicanos a lo largo de tantas décadas no es sencillo.

Simplemente se le vio como la inmortal gallina de los huevos de oro a la que se le podría recargar el gasto público, para no molestar a los contribuyentes que de vez en cuando se convierten en electores.

Si el llamado era a administrar la abundancia, bien se podía abusar de ella para otorgar al sindicato petrolero cuanta prebenda quisieran. Total, si se generaba un pasivo laboral enorme, el tesoro del fondo del mar se encargaría de cubrir esos excesos.

Y por supuesto que la empresa de todos los mexicanos bien podría ser generosa con sus directivos para hacer negocios y pecar en el arca abierta.

Después de todo eso, lo que ya no permitía Pemex en su estado actual de inanición era pretender revivir las viejas glorias de gastar a manos llenas en proyectos poco viables, como una refinería y por añadidura, con el manejo de personas totalmente inexpertas.

Cierto, puede sonar injusto que sea a este gobierno al que le toque cargar con el descrédito de que la calificación crediticia esté al borde del papel basura, pero cualquier asesor con un poco de información sabría esta situación desde hace tiempo.

Ahora, lo que sigue es el rescate financiero. El presidente López Obrador no desistirá de la idea de construir una refinería en su natal Tabasco, aunque todo vaya en contra del proyecto. Es su decisión y punto.

Pero lo que sí tiene en mente es dejar de apretujar tanto los ingresos de la empresa petrolera en materia fiscal.

Esta misma semana anunciará un plan para aligerar la carga tributaria de Petróleos Mexicanos. La promesa es que Pemex pagará impuestos como cualquier otra petrolera del mundo. Esto es, la carga tributaria propia de una empresa, más un cargo adicional por la explotación de un producto extraído del subsuelo.

Este sueño salvaje de cualquier neoliberal debe ser hoy la pesadilla de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda. Y no requiere mucha ciencia nuclear, simplemente si se jala la cobija para dar más recursos a Pemex, se destapa el gasto del gobierno federal.

Y aquí no hay más que de tres tomas petroleras: se recorta el gasto federal, crece la deuda pública para no dejar de gastar o se hace más grande la cobija con una reforma fiscal.

Claro que queda la cuarta toma, llamémosle la 4T, bajar ingresos fiscales para apuntalar a Pemex y fingir que no pasa nada… hasta que pase. Como sucedió con el cierre de los ductos de gasolina, con las maquiladoras de Matamoros o con los trenes de Michoacán.

Es muy difícil que la Secretaría de Hacienda, de Carlos Urzúa, deje pasar un plan de rescate fiscal suicida que salve la calificación crediticia de Pemex, pero le cueste al país su calificación y su estabilidad. Así que habrá que estar al pendiente a ver si realmente logran un mecanismo novedoso y factible para apoyar a la petrolera. Y de paso que no suene neoliberal.