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La designación, a principios de agosto, del cirujano Juan José Mireles como subdelegado del Issste en Michoacán había pasado casi desapercibida, pero la semana pasada fue noticia colateral por la manera en que se refirió a las mujeres que, relacionadas con derechohabientes, demandan atenciones clínicas: las llamó pirujas.

Un día antes de su nombramiento, el exvocero de las autodefensas había acompañado al subsecretario federal de Gobernación, Ricardo Peralta Saucedo, a Hidalgo, Tamaulipas, para anunciar la instalación de una maquiladora. El acto se publicitó como parte de la cruzada nacional por la pacificación del país. Los visitantes fueron recibidos por pobladores de ese municipio, Villagrán y Mainero de la Columna Armada Pedro J. Méndez, liderada por un sujeto contra quien hay una orden de aprehensión (Octavio Leal Moncada), de quien se dice “camina entre la delgada línea de la legalidad y el narcotráfico”.

Esta organización paramilitar surgió en respuesta a la devastación cometida por Los Zetas a principios de 2010 con el despojo de todo tipo de propiedades, asesinatos y secuestros. Apoyada por el PAN local, la Columna se ha expandido a siete municipios tamaulipecos.

Tres semanas después, el 21 de agosto, el subsecretario Peralta, de nuevo acompañado por Mireles, encabezó un ritual semejante en La Huacana, Michoacán, donde colocó la primera piedra de un parque agroindustrial.

En ambas actividades, el corpulento doctor ha encomiado lo mismo a las autodefensas que al gobierno federal.

Fue en La Huacana donde semanas antes una turba de civiles humilló, desarmó y retuvo por horas a una partida militar y obligó a su comandante a devolverle armas prohibidas de alto poder. De aquella vejación, Mireles culpó… ¡a los militares!

Ante el subsecretario, el doctor peroró: “Tenemos un nuevo sistema de gobierno, tenemos un Presidente de la República que es pueblo. Cuando la autoridad se haga responsable de la seguridad pública de todos nosotros, de cuidar la libertad principalmente, ningún autodefensa tiene por qué existir si ya tenemos un gobierno federal confiable”.

Los oscuros arreglos con grupos armados encendieron las alarmas y el presidente recapacitó: ordenó suspender las negociaciones, pero el nombramiento estaba hecho como parte de la cancelada estrategia de pacificación que se había echado a andar.

De Mireles, otro legendario líder autodefensa de Michoacán, Hipólito Mora, quien ante la patente inseguridad que vive su estado ha retomado las armas, tiene esta opinión (MILENIO, 4 de abril): “Tal vez no saben quién es él. Sinceramente acá no vi que hiciera un trabajo limpio, patriótico, por el bien de la sociedad. Hay evidencias de lo que hizo por acá…”.

Pues por lo pronto, con su despreciativa referencia a las pirujas y las airadas reacciones que provocó, el doctor en cuestión parece haber sido para la 4T una precipitada y pésima adquisición, mucho más explosiva que pacificadora.