Diputados y senadores tendrán que elegir entre dejar la pradera incendiada a la Presidenta entrante o ponerle un freno a la piromanía legislativa que pretende López Obrador
El nivel que tenga el peso frente al dólar no es realmente lo importante. Es su movimiento brusco y errático lo que deja ver que hay nerviosismo entre los participantes del mercado.
Sirven de muy poco los dichos sobre economía que hace Andrés Manuel López Obrador, porque más que un análisis objetivo de las condiciones, lo que hace el Presidente saliente en las mañaneras es propaganda, que realmente es efectiva.
Porque, a pesar del mal estado que guarda en general el país, su feligresía, que ya vimos lo numerosa que es, está dispuesta a creerle todo, hasta lo que evidentemente es falso.
No es una simple anécdota de especuladores chantajistas como refiere López Obrador sobre la depreciación cambiaria, es un termómetro sobre la desconfianza que se puede generar en el país si se actúa por revancha y sin sensatez en una eventual reforma al Poder Judicial y en el resto de los cambios constitucionales planteados.
A pesar de la coincidencia casi total que mostró la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, con las urgencias autoritarias de López Obrador, hay ciertos matices en el discurso de quien llega a gobernar respecto a las premuras de quien debería salir del poder en poco más de 100 días.
Muchos podríamos validar aquello de que no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero los matices de diálogo y tolerancia que dejó ver Claudia Sheinbaum durante los primeros días tras su triunfo podrían seguir presentes, a pesar de tantas coincidencias con López Obrador expresadas tras el encuentro en Palacio Nacional.
Las palabras de la candidata ganadora depreciaban tanto el peso como las del Presidente actual. Sin embargo, ahí queda la referencia de la visitante de Palacio de que buscaría establecer un parlamento abierto, hacer consultas y escuchar a los expertos en materia legal, antes de decidir un cambio constitucional al poder Judicial.
Pero López Obrador, quien deja ver sus verdaderos colores autoritarios, quiere que ya se cambie al poder Judicial y que suceda tal como él lo quiere.
Si en septiembre se aprueban al vapor esos cambios a la Constitución para dar gusto a López Obrador, es un hecho que Claudia Sheinbaum va a recibir un país hecho trizas que será difícil de gobernar.
Suena inevitable que la virtual presidenta electa quiera, efectivamente, un cambio al sistema judicial, pero quizá no en la misma lógica vengativa de su mentor político. Pero ¿cómo podría negarse a que sea en los tiempos y en las formas de López Obrador?
La salida está en el Congreso. Los diputados y senadores de esa aplastante mayoría van a tener que tomar una decisión entre las prisas coléricas de López Obrador o la creíble intención negociadora de Sheinbaum Pardo.
El brutalmente poderoso López Obrador portará la banda sólo un mes más a partir de la instalación de la siguiente legislatura, mientas que la virtual presidenta Sheinbaum, quien tendrá que forjarse una fama y un nombre propios, portará los símbolos patrios durante los próximos seis años.
Diputados y senadores tendrán que elegir entre dejar la pradera incendiada a la Presidenta entrante o ponerle un freno a la piromanía legislativa que pretende López Obrador.