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Cuando al llamado plan de negocios de Petróleos Mexicanos se le restan los “otros datos”, empieza la preocupación en los mercados sobre la capacidad de esa empresa de cumplir con las expectativas.

Los inversionistas se preocupan y las firmas calificadoras advierten lo que parece inevitable: una baja en la nota de Pemex y con ella en la calificación de la deuda del país. Y podrían esas bajas alcanzar los suficientes escalones como para dejar a México y a su petrolera en el terreno del papel basura.

Dice Fitch Ratings que la expectativa de Pemex de duplicar sus ingresos es muy optimista y que hay una sobreestimación en diferentes indicadores financieros de la empresa. Vamos, que hay otros datos que a los expertos no les cuadran.

Uno de los más emblemáticos riesgos para Pemex es que insista en usar recursos públicos, subestimados, en la construcción de la refinería de Dos Bocas, cuando la prioridad, literalmente, es salvar la empresa. Esto es sólo un renglón entre muchos otros riesgos para la empresa, pero es el más fácil de entender. Y en cuanto a la condición de la nota soberana de la deuda mexicana, lo que ven es el mismo riesgo que ahora enfrenta el mundo entero con este proceso de desaceleración, ante la amenaza de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, entre otros factores externos.

Pero también hay claras advertencias internas. La propia calificadora Fitch calcula que la desaceleración económica hará muy difícil que el gobierno mexicano cumpla con el objetivo de lograr un superávit primario de 1% del Producto Interno Bruto.

La firma calificadora Moody’s expresa con más claridad dónde están los riesgos para la economía mexicana y para su grado de inversión. Señala que la falta de coherencia en las políticas del actual gobierno afecta negativamente la confianza de los inversionistas y la percepción de la economía mexicana.

Standard and Poor’s advierte de crecimientos bajos en adelante si no mejora la competitividad y asegura que la baja en la confianza de los inversionistas, que se acentuó después del cambio de gobierno, explica en buena medida la desaceleración económica.

Lo más complicado de la condición económica y financiera actual, tanto de Pemex como del país, no es que se aprecie cerca una recesión o una crisis. Es la falta de comprensión gubernamental de que este camino por el que va inevitablemente topa con pared.

En ese juego del “voy derecho y no me quito” no se ve hoy un peligro económico mayor. Pero resultará inevitable que en no mucho tiempo lleguen las degradaciones de la deuda, las presiones financieras y eventualmente las caídas económicas.

Falta de pericia o exceso de soberbia, pero la no corrección del rumbo en muchas de las políticas públicas parece acercar a México a perder el grado de inversión, esto sólo como una muestra de todo lo que se puede perder.

Las firmas calificadoras han multiplicado sus análisis de la condición económica de México en buena medida porque deben curarse en salud antes de que sus decisiones de baja en la calificación generen inevitables impactos financieros.

Bajo la advertencia de haberlo dicho a tiempo, Fitch, Moody’s y Standard and Poor’s no se quitarán el dedo acusador de la 4T de ser saboteadores de la transformación, como si no fueran solamente mensajeros, pero al menos podrán echar mano del archivo donde se concentren todas las advertencias que hasta hoy se siguen haciendo.

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