La nueva normalidad implica que en los próximos dos años, el petróleo de Texas se moverán en un rango de los 35 a los 60 dólares. ¿Por qué seguimos hablando de petróleo barato? La mezcla mexicana lleva algunos días arriba de los 33 dólares. El jueves cerró en 35.22 dólares. Esto implica una recuperación de … Continued
La nueva normalidad implica que en los próximos dos años, el petróleo de Texas se moverán en un rango de los 35 a los 60 dólares.
¿Por qué seguimos hablando de petróleo barato? La mezcla mexicana lleva algunos días arriba de los 33 dólares. El jueves cerró en 35.22 dólares. Esto implica una recuperación de más de 70 por ciento respecto de los mínimos registrados en la tercera semana de enero. Por esos días llegó a estar en 19 dólares, cifra que no alcanzaba para pagar el costo de producción de PEMEX en sus campos menos eficientes, donde producir crudo cuesta más de 20 dólares. Malos días fueron esos de enero, pero no tan malos como los de 1998 para la administración Zedillo. Entonces, el petróleo bajó hasta los 7 dólares por barril.
Ahora se habla de un momento de petróleo barato, en buena medida porque en el imaginario quedaron fijados los precios récord de 140 dólares alcanzados en el 2008 y los superiores a los 100 dólares, entre el 2010 y el 2014. Entonces era normal tener como referencia un precio atípicamente alto. Nunca antes el oro negro alcanzó ese precio de manera sostenida por tanto tiempo. Quizá nunca más lo vuelva a alcanzar. Razones no faltan. En este momento, la más importante es la guerra de producción desatada por Arabia Saudita, para quitar influencia a los productores no convencionales de Estados Unidos y a los iraníes, sus acérrimos rivales en asuntos de hegemonía islámica. En el mediano y largo plazos, pesarán los esfuerzos de los países desarrollados para impulsar fuentes de energía alternativas a las fósiles.
La nueva normalidad implica que en los próximos dos años, el petróleo de Texas, también conocido como WTI y el del mar del Norte, o Brent, se moverán en un rango de los 35 a los 60 dólares. Para la mezcla mexicana esto implicará un mínimo de 30 dólares y un máximo de 55 dólares. En este rango coinciden los pronósticos de los organismos internacionales y el sector financiero. Ahí también está el cálculo del Congreso para el presupuesto 2016.
Este nuevo normal en precios tendrá consecuencias interesantes en la implementación de la reforma energética. Dará impulso a la licitación de los campos de aguas profundas, prevista para finales del 2016, pero complicará los proyectos en yacimientos no convencionales, como los ubicados en Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León. Con precios menores a los 55 dólares, las cuentas no salen en México para los interesados en el shale. Los productores de Texas, que trabajan en una región geológicamente idéntica, han logrado bajar los costos hasta los 40 dólares. Cifra inigualable a nivel mundial, en buena medida porque allá cuentan con una regulación pro-business y acceso a mercados financieros muy sofisticados.
Una perspectiva de precios inferiores a los 50 dólares hará atractivos los proyectos de refinación y petroquímica. En la producción de derivados, los precios muy altos son un desincentivo y viceversa. Basta recordar la crisis que vivieron las refinerías cuando el barril costaba 100 dólares o más.
¿Por qué insistir en el mensaje de los precios bajos del petróleo? En buena medida, porque este discurso es el que se necesita para forzar cambios en PEMEX y en el propio gobierno mexicano. Cuando el barril de la mezcla mexicana se cotiza en 100 dólares, no hay incentivos para forzar a PEMEX a apretarse el cinturón ni para lograr que el gobierno despetrolice las finanzas públicas. Si lo que se quiere es apretar tuercas, es mejor seguir hablando de petróleo barato. ¿Qué importa la historia de los precios?