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La publicación de los datos de empleo en Estados Unidos para el mes de junio a finales de la semana pasada ha sido una de las noticias que han ayudado a impulsar a los mercados a nuevos máximos históricos. Durante junio, la economía estadounidense agregó 287,000 empleos a la nómina no agrícola, cifra muy superior al consenso de expectativas del mercado de 180,000.

Aunque la cifra se vio inflada por la reincorporación de 35,000 trabajadores de Verizon debido a una huelga de seis semanas, al descontar este efecto aún se tuvo un desempeño muy superior a lo esperado por el mercado.

Lo más relevante de la fortaleza del dato de empleo es que interrumpió la tendencia de debilidad observada durante los tres meses anteriores.

Vale la pena recordar que durante el trimestre que comprende marzo, abril y mayo se crearon apenas 140,000 empleos por mes, en promedio, cifra muy inferior al promedio de 232,000 de los seis meses previos al comienzo de dicho trimestre y el ritmo trimestral más débil desde que comenzó la recuperación.

Adicionalmente, la tendencia era preocupante, ya que las cifras revisadas de empleo pasaron de 233,000 en febrero a 186,000 en marzo, a 144,000 en abril, a 11,000 en mayo, lo cual constituyó la cifra mensual más baja en más de cinco años.

Aunque un mes no hace tendencia, la fortaleza de los datos de junio sin duda son una señal de que la economía estadounidense sigue creciendo moderadamente.

Esta mejoría en la creación de empleo es, sin duda, muy relevante para las próximas decisiones de política monetaria de la Fed, y por supuesto para los mercados.

Si la Gran Bretaña hubiera votado por permanecer dentro de la Unión Europea el mes pasado, los mercados seguramente estarían descontando un probable aumento en tasas por parte de la Fed tan pronto como en la reunión de finales de este mes y cuando más tarde en septiembre.

Sin embargo, las ramificaciones del Brexit hacen prácticamente imposible que la Fed se incline por subir las tasas en los próximos meses.

Como hemos mencionado en este espacio, el Brexit prácticamente asegura una recesión en el Reino Unido para la segunda mitad de este año e incrementa de manera importante la probabilidad de recesión para la Unión Europea.

Asimismo, sin una intervención activa de los principales bancos centrales del mundo desarrollado, el Brexit podría traer un endurecimiento de las condiciones financieras y un incremento en la aversión al riesgo como el que vimos en los días posteriores al inesperado resultado del referéndum.

A pesar de la mejoría en las condiciones de empleo, la Fed sabe que subir las tasas de manera prematura podría tener consecuencias muy adversas sobre la recuperación en Estados Unidos y la estabilidad de los mercados financieros a nivel global.

Por un lado, el dólar acentuaría su apreciación en un momento en el que el resto del mundo se vería desestabilizado por esta situación.

Por otro lado, aunque el Brexit no tiene consecuencias directas sobre la actividad económica en Estados Unidos, la Fed está consciente de que la decisión de Gran Bretaña podría poner en jaque al sistema bancario europeo y como muestra sólo basta voltear a ver lo que está sucediendo en Italia (que ya será objeto de otra edición de Sin fronteras).

¿Por qué suben los mercados ante este escenario de incertidumbre? Porque saben que los bancos centrales seguirán optando por apuntalar la situación con una mayor expansión monetaria que como hemos escrito en este espacio en diversas ocasiones ha sido la principal gasolina detrás del rally alcista más largo de las últimas décadas.