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En 2008 sucedió lo que parecía increíble: un afroamericano llegó a la presidencia de Estados Unidos. Hace cuatro años, casi nadie imaginaba que Donald Trump ganaría la elección. Ahora, también podría ocurrir lo impensable: que tras varios días o semanas de la votación no haya manera de saber quién fue el ganador.

Todo se acomoda para la tormenta perfecta. Desde 2016, la confianza en las elecciones empezó a minar por las acusaciones del involucramiento de Rusia para perjudicar a Hillary Clinton y, luego, por la insistencia de Donald Trump de que hubo millones de votos de electores inexistentes a favor de su opositora.

Con las encuestas en contra, Trump anticipa un fraude. Su reclamo central es que el voto por correo, una práctica que precede a la pandemia, pero que esta vez será mucho más extendida, podría alterar los resultados. Ese voto, dijo en un tuit, hará que la elección sea “la más INEXACTA y FRAUDULENTA en la historia”.

Si esa participación es masiva, el conteo llevará tiempo y las encuestas de salida no podrán proyectar un ganador. Ya en las elecciones intermedias de 2018, la opción postal representó una cuarta parte de los votos totales. Hace unos días, el analista de The New York Times, Ben Smith, advertía del riesgo de error si las televisoras declaran un ganador en esas condiciones (How the media could get the election story wrong, 02/08/2020).

De por sí, con una credibilidad de los medios a la baja (70 por ciento de los republicanos los evalúan desfavorablemente, según Gallup), su legitimidad para anunciar un triunfo el día de las elecciones está comprometida. Y en un contexto de polarización como el actual, el dicho de los candidatos, amplificado por las redes sociales, será lo que defina las reacciones de una buena parte de los ciudadanos.

Es posible anticipar que, ante circunstancias adversas, el presidente Trump hablará de fraude e impugnará las elecciones. Tampoco se descarta que su base más dura tome las calles para protestar, aun sin haber irregularidades.

Por el contrario, si todo se alinea para su reelección, el presidente seguramente no invocará al fantasma del fraude. Pero con los datos disponibles hasta ahora, ese escenario tiene una probabilidad muy baja.