Con su éxito, los bancos se ponen una diana en la cartera a la que se puedan dirigir los disparos de una reforma tributaria, que no fiscal, porque un cambio profundo que implique ingreso-gasto sí que está descartado
Es prácticamente un hecho que, si gana el oficialismo la elección presidencial, el actual secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, se quedaría en el mismo cargo.
Y se quedaría básicamente a administrar el plan fiscal del actual presidente Andrés Manuel López Obrador quien avaló la estrategia de gastar de forma desaforada este año y amarrar las manos del gasto público durante el arranque de la siguiente administración.
Si la opción opositora ganara las elecciones, el plan de rescate quedaría en manos altamente calificadas para recuperar la salud financiera pero sin secar la opción de recomponer el gasto gubernamental ni en lo social ni en infraestructura.
Pero el plan de continuidad fiscal del régimen es tratar de corregir el déficit público más desordenado de las últimas tres décadas con recortes al gasto público del orden 700,000 millones de pesos menos respecto de lo aprobado este año.
Está claro que López Obrador quiere quedarse al mando de la hacienda pública y por eso, desde antes de las elecciones, avala que su Secretaría de Hacienda anticipe esa baja de tres puntos del Producto Interno Bruto del gasto público para el primer año de gobierno de la siguiente administración.
Ramírez de la O dice, según esto para tranquilizar, que se podrá bajar el gasto porque ya no habrá la misma inversión en obras públicas. El propio Secretario sabe que el diseño de los programas asistencialistas no se puede recortar si no quieren provocar un problema social.
¿No se supondría que un plan sexenal de inversión en infraestructura debería ser definido por quien alcance el triunfo el próximo domingo? ¿O para este régimen esas formas sobran cuando quieren pensar en la continuidad total?
Y como para cerrar la pinza de los planes fiscales de continuidad de López Obrador, en su conferencia de ayer dio una pista importante sobre el futuro de la eventual reforma tributaria que se habrá de presentar, si ganan las elecciones.
Dijo que a los banqueros les ha ido requetebién con sus utilidades, en línea con lo que su candidata les dijo a los banqueros en su convención. Y los dos aseguran que es producto de lo bien que va la economía, no podría ser de otra manera en el mundo de los otros datos.
Es cuestionable que sea toda la economía la que esté en bonanza, pero ciertamente la banca que opera en México alcanzó el año pasado un ROE (Return on Equity –rentabilidad sobre patrimonio–) de 18.9%, no visto en 10 años.
Así que, con su éxito, los bancos se ponen una diana en la cartera a la que se puedan dirigir los disparos de una reforma tributaria, que no fiscal, porque un cambio profundo que implique ingreso-gasto sí que está descartado.
Entonces, el Secretario de Hacienda de López Obrador presenta durante el sexenio actual un plan de gasto descomunal con fines electorales en este 2024 y una corrección con cargo al gasto público para el 2025 y de paso un primer dardo de dónde aumentar los impuestos. Al grito del Estado soy yo.
Con su éxito, los bancos se ponen una diana en la cartera a la que se puedan dirigir los disparos de una reforma tributaria, que no fiscal, porque un cambio profundo que implique ingreso-gasto sí que está descartado.