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El dron se ha convertido en uno de los objetos más utilizados en esta pandemia y no únicamente por fotógrafos o amantes de este tipo de juguetes, sino por las autoridades de cada país.

Primero fue en Wuhan, localidad china donde se plantean los primeros contagios del COVID-19 y de allí su propagación al mundo entero. La manera en que las autoridades utilizaron los drones con video fue para sobrevolar las calles y lograr un control más detallado y en tiempo real de quienes desobedecían el confinamiento.

Después en Europa, los drones comenzaron a incluir altavoces para recordarle a la gente que paseaba en las calles, que regresaran a sus casas y cumplieran con las restricciones oficiales.

Pero por supuesto, el dron se convierte ahora en una extensión de la mirada curiosa y documentalista de los fotógrafos que se sienten limitados por la poca movilidad para hacer lo que más les apasiona.

Incluso los fotoperiodistas con experiencia en el manejo de estos dispositivos voladores, ya han comenzado a hacer de las suyas y sobre todo aprovechar los escenarios visuales que nos está regalando esta nueva era antisocial.

Estamos obligados a resguardarnos, pero al mismo tiempo a mantener actividades esenciales para el desarrollo de los niños, jóvenes y también de muchos hombres y mujeres que no han dejado de trabajar en los hospitales, bancos y supermercados.

Pero eso no quiere decir que las escenas diarias son las mismas, podrán llenarse los camiones de transporte públicos por la mañana, pero el panorama no es el mismo. Hay lugares vacíos entre cada persona, todos portan cubrebocas caretas, lentes, guantes o algo que les bloquee de alguna manera el poder contagiarse de manera directa o indirecta.

Todos sabemos que no es lo mismo y creemos que no volverá a ser igual.

Así es el regreso a clases para ciertos países que han decidido “abrir”, si es que se le puede decir así a una acción que es limitar los espacios, la convivencia y el desenvolvimiento de los estudiantes.

Pero si no me ha entendido de lo que hablo, porque usted como yo vive ne México y el regreso a clases sigue suspendido, le muestro esta imagen del fotoperiodista Juan Ignacio Roncoroni quien trabaja para la agencia EFE en Argentina.

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Regreso a clases en una escuela en Argentina. Foto de Juan Ignacio Roncoroni / EFE

Vemos a un salón de clases colocado de manera circular en pleno patio de la escuela, una escuela de aula burbuja, con diez escritorios blancos, seis alumnos sentados y una maestra al centro.

El aire de por medio, el cielo de testigo y la distancia fungiendo como una red de protección, donde cada uno cree sentirse más seguro al no estar encerrados bajo techo y a una distancia más corta. ¿Servirá?

Con un montón de protocolos instalados, el ministro de Educación del país argentino dio el banderazo para que los que cursan el último ciclo de primaria y secundaria volvieran a clases, solo de colegios privados.

Gracias a la vista de águila que nos ofrece Juan Ignacio, nos transportamos como una clase llena de distractores, con el sol por encima y seguramente con un poco de aburrimiento por no volver como antes y pensar en lo que les ha dicho sus padres “no toques, no te acerques a nadie, no abraces, te lavas las manos, no te toques el rostro”.

Este tipo de imágenes nos demuestran que a pesar de creernos socialmente innecesarios, por funcionar con una rutina desde casa, con videollamadas y cientos de chats enviados por día, con espacios de silencio e insomnios nocturnos, somos entes individuales que  fungimos como piezas para que un sistema funcione a un mismo ritmo y velocidad.

Aunque nos veamos aislados, cada uno desde su escritorio, aunque no haya nadie alrededor, nos necesitamos para vernos a los ojos, escuchar las voces sin interrupciones, ver al niño que nos gusta, sonreírle a la niña que les gusta, ver a los maestros si han engordado o se han puesto fitness.

¡Qué sé yo! La vista que nos dan los drones es como convertirnos en un invitado más en donde nadie nos ha abierto la puerta pero que podemos verlo todo y sobre todo, podemos verlo desde una perspectiva distinta, externa y subjetiva, como la de un visitante que viene a explorar lo que tú no puedes ver.