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La Ciudad de México, decía Cinna Lomnitz, extraordinario sismólogo, no es una zona de “riesgo sísmico”, sino de “certeza sísmica”.

Explicó las razones en un pequeño ensayo de título apocalíptico, “El próximo desastre sísmico de la Ciudad de México”, que puede leerse aquí: http://bit.ly/2hs4HFa

En Ciudad de México temblará por el resto de los tiempos, explicó Lomnitz, por razones que remiten a la noche de los tiempos, a la época en que un vasto acomodo geológico, de hace quizá 100 mil años, cerró la cuenca de México y dio lugar a la formación de la gran laguna en cuyo islote dominante creció la Gran Tenochtitlan.

Sobre los lechos de esa laguna, y luego sobre sus amplias riberas se construyó la Ciudad de México en que hoy vivimos.

La historia registrada de los grandes sismos de la capital del país permite establecer con precisión que la zona de las catástrofes sísmicas actuales corresponde al contorno de las antiguas aguas.

Escribe Cinna Lomnitz: “La parte baja de la Ciudad de México está construida sobre una capa de lodo que tiene un espesor de 30 metros en promedio. Esa zona estaba cubierta originalmente por las aguas de una extensa laguna, de la que emergía apenas la isla donde se asentó la capital azteca. El sismo (de 1985) produjo la destrucción de casi 400 edificios de siete a 18 pisos de alto, pero solamente en la zona baja, la llamada Zona III”.

Lo mismo sucedió en el sismo de 2017: solo hubo afectaciones dentro de los contornos de la antigua laguna.

En una serie notable de textos, publicados en el sitio electrónico de la revista Nexos, Alejandro Hernández, Salvador Medina y Diego Melgar han recogido y actualizado el diagnóstico sísmico de Lomnitz.

A saber: que un factor decisivo de los grandes daños ocasionados por los sismos a la ciudad de cemento y acero en que vivimos es el subsuelo arcilloso de la vieja ciudad lacustre.

Esto quiere decir que no toda Ciudad de México es zona de desastre sísmico, solo la zona baja de la antigua laguna, la llamada Zona III. Y que el subsuelo no es todo, que hay mucho que hacer para disminuir al mínimo la zona de desastre. Nuestra fatalidad no es fatal.