Elecciones 2024
Elecciones 2024

Cuando el sentido común reinaba en torno a la construcción de un nuevo aeropuerto para la capital del país, había una fecha para el primer vuelo desde esa nueva terminal aérea.

Se esperaba que el primer despegue desde el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) se diera el 20 de octubre del 2020. Eso implicaba prácticamente dos años después del final de la administración del promotor de la obra, Enrique Peña Nieto.

Sabía el todavía presidente que no le tocaría cortar el listón. Sobre todo cuando la decisión llegó con el sexenio avanzado y cuando se invirtió mucho tiempo en realizar consultas sobre su viabilidad técnica, política y social.

Y como no hay obra que cumpla con los tiempos planeados, y mucho menos ésta, que se convirtió en carne de cañón electoral, pues hoy no hay claridad sobre cuándo se podría terminar. Vamos, en sentido contrario de toda lógica, hoy no hay claridad si se va a continuar con su construcción.

A reserva de corroborar si Andrés Manuel López Obrador decidirá la suspensión de esta obra y con ello cometer uno de los errores más caros en la historia económica del país, la realidad es que falta mucho tiempo para el primer despegue de un nuevo aeropuerto para la capital.

El aeropuerto Benito Juárez es insuficiente e incluso peligroso. El espacio aéreo de esa terminal tiene más operaciones de las prudentes.

Ésta es una razón más para rechazar la absurda idea de construir dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía. Porque esa opción, además de tardada, implica disminuir drásticamente el uso del actual aeropuerto.

Y con los retrasos provocados en la obra del NAIM, algo se tiene que hacer para paliar la sobredemanda del actual aeropuerto durante el próximo sexenio.

Una salida es aceptar la derrota y limitar el número de vuelos en el actual aeropuerto a los que sean posibles de manera segura y que el mercado se encargue de encarecer el servicio aéreo. Al tiempo que se traspasa la demanda a los servicios terrestres. Vamos, dar un brinco 30 años al pasado.

Otra opción es dar mayor peso a otros aeropuertos que puedan fungir como hubs, el caso destacado de Cancún, y dejar el aeropuerto de la capital del país como una terminal secundaria.

Otra más para el siguiente gobierno es tragar sapos con eso de que el Estado de México es el último bastión priista, y volver a dar brillo a la terminal aérea de Toluca como sede alterna.

La ubicación geográfica de la demanda de servicios aéreos está claramente cargada hacia el poniente de la capital. Esto implica que en el terreno práctico el aeropuerto de Toluca es una verdadera alternativa contra otras opciones como el aeropuerto de Puebla, por ejemplo.

Pero esa terminal requiere inversiones en equipamiento técnico y de infraestructura para ser una verdadera alternativa y deje de ser el elefante blanco que es actualmente.

Algo tendrá que decidir López Obrador en lo que deshoja la margarita de si quiere o no el NAIM.