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Ésta es la última semana de febrero y el famoso Plan de Infraestructura Energética brilla por su ausencia.

En lo que llega, dicen que en un par de semanas más, lo que abunda son los mensajes contradictorios y una buena dosis de negación de la realidad.

La certeza con la que Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia, afirma que ya no hay peligro de que las firmas calificadoras degraden las notas de Petróleos Mexicanos no hace sino generar más preocupación.

El mercado tiene claro que el famoso Plan de Negocios de Pemex y las medidas fiscales que se han asumido son insuficientes para cambiar realmente la suerte financiera de la empresa pública. El propio Banco de México tiene la posibilidad de la degradación crediticia de Pemex incorporada a su balance de riesgos para la estabilidad de este país.

Pueden en la 4T tocar madera, decretarlo o usar cualquier amuleto que deseen, pero la realidad es que Pemex y la deuda soberana mexicana están en la mira de una eventual degradación crediticia, por la simple razón de que no hay nada, hasta ahora, que pueda indicar que va a cambiar la conducción de la economía mexicana.

Y justamente el tema energético es el mejor ejemplo. Mientras retrasan el Plan de Infraestructura Energética, el presidente Andrés Manuel López Obrador aprovecha el tiempo para dejar en claro que en su gobierno lo que vale es el dogmatismo del intervencionismo económico y el rechazo a los capitales privados.

Desde Baja California Sur la 4T le dio una patada a los inversionistas que buscaban alternativas para surtir con energía eléctrica suficiente y a buen precio, a través de un cable submarino, a esta zona alejada del país. A cambio de ello, llegó el anuncio de que el señor Manuel Bartlett y su Comisión Federal de Electricidad se encargarán, con recursos públicos, de construir una termoeléctrica.

No hay fechas, no hay plazos, no hay proyectos, ni presupuestos. Hay la repulsión a que lo hagan los particulares y quizá sólo se reculó en hacer esta facilidad de generación de energía eléctrica a base de combustóleo para impulsarla con gas natural.

Las palabras presidenciales son: “Ya se acabó el proceso de privatización, vamos a impulsar a las empresas públicas”. Ésa es la reflexión presidencial que queda para todo el país, más allá de lo conveniente o no de esta solución energética para Baja California Sur.

Así que ese famoso plan energético, que tiene varios meses de retraso, ya tiene la consigna de que los malvados capitales privados sólo buscan sacar un provecho desleal de los recursos del país; que el privilegio de los mejores proyectos será para las entidades públicas, que el presidente llama de todos los mexicanos, aunque no tengan ni la capacidad ni el dinero para hacerlos.

Así que menos mal que ya quedó tan descartada la posibilidad de una reducción en la calificación crediticia de Petróleos Mexicanos.

Con estos planteamientos ideológicos, más vale no quitarle la vista de encima a Pemex, pero también a la suerte de la calificación crediticia de todo el país.