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El malestar económico es gasolina que mueve el activismo político…

Aguas con la devaluación. No es sólo un asunto económico. El peso ha perdido 37.7% frente al dólar desde noviembre del 2014. En los últimos 30 días, el tipo de cambio pasó de 17.21 pesos por dólar a 18.62. La depreciación ha sido de 8.2 por ciento.

En México, no hay un grupo más afectado por una devaluación que las clases medias. Son 47% de la población, 14.6 millones de hogares, de acuerdo con Euromonitor. Esta clase media tiene importancia creciente porque ha sido el segmento poblacional de más crecimiento en México en los últimos 15 años.

Pertenecer a la clase media significa aspirar a más. Muchos de los bienes y servicios que están asociados al prestigio social de los clasemedieros tienen su precio vinculado al tipo de cambio. Casi la mitad de lo que consume un hogar de clase media mexicana no son artículos de primera necesidad: comida fuera de casa, ropa y calzado, viajes, suplementos alimenticios, aparatos electrónicos, servicios de telecomunicaciones y esparcimiento. El encarecimiento del dólar implica un empobrecimiento para la clase media. Trae consigo una pérdida de poder adquisitivo, que no está reflejada en el índice de precios del Inegi.

La clase media está molesta y preocupada por la marcha económica. La desaceleración de la macroeconomía trae consigo un escenario microeconómico más complicado para los 14.6 millones de hogares que ahora integran la clase media. El tipo de cambio es parte de un conjunto más grande de síntomas, pero tiene una peculiaridad: todos los mexicanos le siguen la pista. Es la ventana por la que se asoman a la información económica. Los índices de confianza económica reflejan el crecimiento del pesimismo y la incertidumbre. Son muchos los que dudan de que el año próximo será mejor que éste.

¿Nos consolaría saber que los mexicanos no estamos solos en este sentimiento? Brasil, Chile, Colombia y Perú están pasando por un periodo de malestar parecido. Este descontento con la marcha de la economía tiene consecuencias políticas. Va acompañado de una pérdida de popularidad de los presidentes de cada uno de los países, refiere un informe especial de Financial Times. También hay una mayor participación clasemediera en manifestaciones antigobierno. Éstas pueden ser callejeras o digitales, toda vez que las nuevas tecnologías han abaratado los costos de distribuir información y realizar tareas de coordinación política.

El intelectual venezolano Moisés Naím se ha ocupado de este asunto en los últimos tiempos. Lo explica así: “En comparación con los ciudadanos más pobres, la clase media está más conectada y se siente más empoderada; sus expectativas respecto del gobierno crecieron de manera proporcional a la mejora de su estatus económico (…) Esta nueva clase media tiene menos tolerancia a fenómenos como la corrupción gubernamental, particularmente desde que el deterioro de la economía amenaza con sabotear su estándar de vida”.

El malestar económico es gasolina que mueve el activismo político. Las clases medias por primera vez son el segmento poblacional más grande, en México y América Latina. Su activismo puede tener resultados muy positivos como cambiar leyes obsoletas y sancionar malos gobiernos, pero también puede producir inestabilidad política, parálisis gubernamental y auge de soluciones facilonas, de tipo populista. Aguas con la devaluación. No es sólo un asunto económico.

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