Durante el 2022, de acuerdo con datos del Banco de México, los mexicanos que viven en el exterior enviaron a este país 58,497 millones de dólares, pulverizados entre la sociedad a razón de 390 dólares, en promedio, por cada remesa
Si México sale del bache económico, político y social en el que se encuentra podría convertirse en un destino importante para la migración y no solo ser el paso de aquellos que usan el territorio nacional como trampolín hacia Estados Unidos.
Por ahora, la referencia básica para hablar de remesas es la cantidad de dólares que entran desde Estados Unidos a México. Quedan fuera de la discusión pública aquellos ingresos que llegan al país desde otros países y continentes.
Es la lógica de vivir en frontera con la economía más grande del mundo y que, a querer o no, necesita de la mano de obra importada para cubrir vacantes que el mercado local dejó de surtir hace tiempo.
Pero las remesas también tienen ese componente de los recursos que se generan en México, por parte de nacionales o extranjeros, y que mandan a otros países. La primera ecuación posible que imaginamos es a centro y sudamericanos que se han establecido en México.
Claro que la proporción entre lo que entra y lo que sale del país por concepto de remesas nos ubica como un país expulsor de mano de obra y con poco interés por atraer la migración.
Durante el 2022, de acuerdo con datos del Banco de México, los mexicanos que viven en el exterior enviaron a este país 58,497 millones de dólares, pulverizados entre la sociedad a razón de 390 dólares, en promedio, por cada remesa.
Mientras que el año pasado salieron de México por concepto de remesas 1,131 millones de dólares, que si bien promediaron casi 500 dólares por envío, son apenas una sombra de los dólares que entran al país.
No hay absolutamente nada que festejar en estas cantidades si se va más allá de la insensibilidad de verlo todo como dólares para engordar las cuentas nacionales. Detrás de la mayoría de las historias de migración hay un sacrificio personal que acompaña a esos expulsados económicos de México.
Hay algo más que resulta interesante en el comportamiento de las remesas. Cuando vemos las gráficas de los egresos, extranjeros en México, sí hay una correspondencia con los ciclos económicos de estos tiempos de crisis económica por la Covid-19 y su lenta recuperación. Existe correspondencia hasta en las olas del SARS-CoV2 con los montos de salida de recursos.
Pero cuando vemos la gráfica de entrada de recursos a nuestro país, de los mexicanos en Estados Unidos, tal parece que nunca ocurrió una crisis ni Estados Unidos ni en el mundo. Es la trayectoria de un cohete que pasó sin chistar de los 40,000 a los casi 60,000 millones de dólares durante dos de los peores años de la historia económica reciente.
Ahí deben estar los relatos de los mexicanos muy comprometidos y resilientes que a pesar de la crisis tomaron una parte importante de los subsidios gubernamentales y del poco trabajo que había disponible para no desproteger a sus familias.
Están también las historias de los millones de mexicanos que una vez más en estos tiempos han decidido arriesgarse a cruzar la frontera para sobrevivir económicamente.
Y podrían estar las evidencias de algún mecanismo de traspaso de recursos por la vía electrónica que podrían pertenecer a operaciones ilícitas del crimen organizado.