Elecciones 2024
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Son millones de personas las que hoy aprueban la gestión de Donald Trump y que están seguras de que son los republicanos, el FBI, los europeos, los chinos, los mexicanos, los canadienses y quizá hasta los marcianos los que no lo dejan gobernar como él quisiera.

Nos parece cuesta arriba entender cómo esos ciudadanos estadounidenses pueden respaldarlo ciegamente sin darse cuenta de todos los males que está provocando su presidente.

Hasta sus grandes logros, como el paquete fiscal, eventualmente tendrán un costo alto para esa economía. Y todo lo demás es una resta constante. La guerra comercial, la opresión a los migrantes, las minas de carbón, la confrontación con sus aliados, la sumisión ante los tiranos. Todo costará caro y su reparación será tardada.

Hay que entender que a esos millones de electores no les importa tanto lo que hace Donald Trump como aquello a lo que se opone. Es el paladín de todos los ciudadanos que creen que su condición económica, laboral y hasta personal pasa por la responsabilidad de sus políticos.

Donald Trump se vendió como el antisistema, como el que acabaría con el pantano de Washington, y para eso necesita enemigos, por eso hoy mantiene intactas esas figuras de hostiles adversarios que lo quieren dañar.

La mala prensa, los republicanos, los servicios de inteligencia, los socios comerciales abusivos, los migrantes, los mexicanos. En fin, una larga lista de mafiosos del poder que quieren frenar su proyecto transformador.

Mientras mantenga alimentada con ese odio a su base electoral, no habrá manera de frenarlo, y no dude en apostar que logrará su reelección dentro de dos años.

Juan Trump promete replicar el modelo en México.

La primera llamada del final de la luna de miel de la prudencia y la institucionalidad del siguiente gobierno vino al cierre de la semana pasada.

Ni hablar, el Instituto Nacional Electoral cachó al partido Morena desviando recursos, vía un fideicomiso, de una supuesta ayuda a los damnificados del sismo a sus campañas electorales. Y lo que pudo ser un gran escándalo previo a las elecciones terminó en una multa millonaria que no abolla la abrumadora victoria de Andrés Manuel López Obrador.

Los pescaron en el fraude, y esa enorme masa que los apoya ciegamente ha tomado dos caminos: o cierran los ojos o lo justifican. Hasta ahí, parte de un fenómeno que da materia de estudio a los politólogos.

El problema es que Andrés Manuel López Obrador ha decidido reaccionar como si fuera todavía el eterno opositor y no el virtual presidente electo.

Es una vil venganza, culpó el candidato ganador, y ha empezado con ello la recolección de enemigos necesarios para la forma de gestionar su gobierno.

Los primeros en la lista de los nuevos enemigos, de la renovada mafia del poder, son los consejeros del Instituto Nacional Electoral. Los primeros, pero no los únicos.

El Congreso no podrá ser su antagonista porque lo tiene plenamente dominado, por lo tanto, se requerirá de opositores conspiracionistas que puedan ser acusados de frenar la cuarta transformación si ésta no avanza conforme a lo planeado.

Hay que escuchar al morenista Fernández Noroña, quien es indiscreto, pero no mentiroso. Advierte que la luna de miel acabará pronto, que López Obrador buscará acumular más fuerza porque están aquí para dar marcha a todas las reformas y poner todo al servicio del pueblo.

Tal barbaridad requiere de crear enemigos, antagonistas a quienes culpar cuando empiecen los fracasos. Todo para que la base de López Obrador mantenga el apoyo irreflexivo, no por lo que haga y deshaga su gran líder, sino por todo aquello a lo que se opone.