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A menos que realmente haya sido preparada una estrategia que justifique acciones policiacas dentro del campus principal de la Universidad Nacional Autónoma de México –que ojalá no sea así porque sería una absoluta falta de sensibilidad-, se está ante un riesgo mayor que puede desbordar más pasiones y una espiral de escalamiento delicada, dentro de la crisis detonada a partir de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Y es que el asunto está saliendo de la esfera de las tomas de decisión de alto nivel para entrar en un peligroso terreno en la arena directa de las confrontaciones cuerpo a cuerpo. 

Me refiero a dos hechos que no se deben ver aislados en su esencia, no porque estén interconectados: por un lado, la respuesta a tiros de un policía judicial que huía de la agresión de que era objeto por parte de varios jóvenes que estaban en las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras; y, por otro, la protesta pública hecha por policías de Acapulco quienes ante las golpizas que han recibido, lanzaron la advertencia de que piden “luz verde y herramientas para actuar” contra los maestros de la CETEG y los estudiantes y egresados de Ayotzinapa.

“No somos costales, ni animales y ni payasos para que nos golpeen”, advirtieron los policías en un comunicado de acuerdo a la versión digital del periódico Milenio del pasado día 13. 

Estar en el campo de batalla, donde se dan las confrontaciones y las tensiones físicas, dista mucho de las presiones políticas que se sienten en los despachos. El horno no está para bollos. Entre la pasión desbordada de encapuchados e indignados y la intolerancia que se está gestando en los cuerpos policiacos al ser blanco de ataques con lesiones para ellos, se está abriendo resquicio a una verdadera confrontación de la cual echar marcha atrás tendrá mayores dificultades.

Pero no sólo eso, sino que en el ejercicio de comunicación tendrá que haber cuidado en cada argumento o palabra. Sonó poco cierto haber dicho que se estaba indagando en las cercanías de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM acerca del robo de un celular, en momentos en que se sabía que se desarrollaba una asamblea para definir estrategias por parte de los activistas. Esto sólo exacerba la falta de credibilidad en las posturas oficiales, sobre todo ante la exposición pronta y viral de las redes sociales. 

Filosofía y Letras es uno de los espacios claros donde hay activismo radical. De ahí salió el Mosh. Ahí está tomado por años el auditorio Che Guevara. Una indagatoria de robo de un celular fue altamente cuestionada en redes sociales, más por la llegada en la noche de granaderos cuya presencia se extendió a lo largo de la noche del sábado al domingo.

¿Qué razón había para meter ahora en la crisis de Guerrero al rector José Narro Robles y al redivivo Miguel Ángel Mancera?

El Jefe de Gobierno de la ciudad de México se desmarcó a través de su secretario de Gobierno, Héctor Serrano, en una disculpa pública que –de por medio- llevó la cabeza del policía judicial que al huir cometió abuso de autoridad y uso excesivo de la fuerza, así como la de un jefe sectorial por invadir los linderos de Ciudad Universitaria.

Aparentemente hubo operación política de las autoridades capitalinas para evitar la llegada del contingente que marchó ayer desde el Ángel de la Independencia y que tenía como destino el zócalo. Finalmente terminó en el Monumento a la Revolución. El riesgo habría sido la posibilidad de desmanes que tuvieran como objetivo instalaciones del GDF.  

Por la noche de ayer, el rector Narro Robles fijó su posición también. Aseguró que la violencia solo engendra mayor encono y más desgracia. Rechazó la injerencia policiaca en Ciudad Universitaria y pidió no se vuelvan a repetir.

La salida no es sencilla frente a movimientos radicalizados. Menos si se empiezan a articular intentos de resurgimiento guerrillero o invocaciones de su supuesta presencia con atentados como se difundió y desmintió en el caso de la explosión en un centro comercial de Ecatepec, en el estado de México. Y peor aún si, desde un balcón preferencial, la delincuencia organizada estaría mirando cómo el caos es el mejor espacio para su operación.

A su llegada del viaja por Asia y Australia, el Presidente Enrique Peña Nieto, expresó que aspiraba y esperaba no tener que llegar al extremo de hacer uso de la fuerza pública. “Queremos convocar al orden, a la paz… no hacer de este momento de pena y de dolor por el que pasan los padres de familia, una bandera de otras causas y una bandera que concite a la violencia y al desorden”. Eso sería lo deseable por el bien de la estabilidad social. 

Es claro que la crisis en el terreno de los hechos está focalizada en algunas regiones. Pero estamos ante una crisis política cuyas consecuencias pueden llevarla a una crisis social, sistémica como se ha planteado en este espacio. Y peor aún a tener efecto en la economía nacional, ahora sí en detrimento de todos en el país si se afectan las grandes variables macroeconómicas.

Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, declaró en días pasados que más allá de reforzar el Estado de Derecho y sentar las bases para restablecer la seguridad se requiere recuperar la confianza en el Estado. Tal vez no se atrevió a ser directo pero se refería al Gobierno.

Confianza es lo que requieren los inversionistas y empresarios. Pero no sólo ellos sino la sociedad toda.

El hecho de que el Banco de México haya reiterado que los acontecimientos originados en Guerrero puedan afectar el desempeño económico para el cierre de 2014 y los de 2015; y también la aceptación de la misma circunstancia por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, habla de que las señales de alerta están más allá del naranja para situarse en los linderos de lo rojo.

Si bien los inversionistas financieros tienen puesta la mira en el largo plazo, los inversionistas directos que están en la producción, comercio y servicios son lo que generan empleo y flujos de efectivo con la mira en lo inmediato, en el rápido retorno para mantener sus operaciones. 

Y para colmo en esta de la crisis, el tema de la Casa Blanca asunto sobre el cual el Presidente Peña ofreció mostrar evidencias en los próximos días, a través de su vocería.

PostScriptum.- Nunca olvidaré la anécdota de un comunicador gubernamental de la vieja guardia –ya en retiro- que decía: hay tres cosas en que los mexicanos siempre han creído pero que se han ido perdiendo. En la institución presidencial, en el Ejército y en la Virgen de Guadalupe, precisó. Lo comentó en el contexto de que el entonces Presidente Ernesto Zedillo se abrió personalmente a refutar –mediante una carta- informaciones publicadas por el periódico Reforma lo cual –según el comunicador- le restaba estatus; luego de que el Ejército estaba siendo cuestionado por haber incurrido en excesos que afectaban los derechos humanos, lo que dañaba su imagen de ejército de paz y resguardo para la población; y luego porque el entonces Abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulemberg, dijo públicamente que la aparición de la Virgen de Guadalupe era un mito.

Creer, confiar, esa es la base para la construcción de una sociedad sólida.