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Con su aberrante “punto de acuerdo” para separar del cargo al fiscal general del estado, los diputados de Morena en el Congreso de Veracruz exhiben la dificultad que tiene Andrés Manuel López Obrador para que los arribistas colados en su Movimiento de Regeneración Nacional entiendan que deben respetar las leyes.

De paso, esos nuevos ricos de poder usan como pañuelo desechable a una mujer que, para ocupar y saborear el cargo que por lo visto ansiaba, utilizó a mil 200 policías que debieran prevenir los delitos que asfixian a la población, una incondicional del gobernador Cuitláhuac García que se comporta como un remedo de Juana Gallo, pero mucho más prepotente.

Se llama Verónica Hernández, quien toma tan en serio su ilegal designación que a un explicablemente desconcertado empleado de la Fiscalía, espetó: “¡La encargada en este momento soy yo. Todos están a mi disposición y a mis órdenes…!”. El hombre balbuceaba que tenía que hablar con alguno de los visitadores para recibir instrucciones, pero la señora lo conminó a reconsiderar “para que usted no cometa un delito. ¡Soy la fiscal y le pido me deje pasar!”. Uno de sus achichincles apuntaló: “¡Aquí hay un mando y es la fiscal y se cuadran con ella!”.

Nadie se cuadró, pero desde luego ella pasó.

Abogada, Hernández tiene experiencia en asuntos administrativos, notariales y civiles, pero no como litigante. Antes de brincar a la Fiscalía era la directora jurídica de la Secretaría de Gobierno de Cuitláhuac García… el enemigo jurado del fiscal constitucional, Jorge Winckler.

La trapacería de la diputación morenista fue precedida por los engaños del gobernador, a quien Carlos Loret de Mola puso a hablar telefónicamente con el fiscal. “¿Hay modo de que se arreglen?”, les preguntó. Se comprometieron y lo hicieron el 2 de septiembre, en una reunión de seguridad. Winckler se la creyó, afirmó que el encuentro fue cordial y que habría “más encuentros en el futuro, y lo atenderé como él (su calumniador) se sienta más cómodo…”.

Pero las consuetudinarias descalificaciones de Cuitláhuac fueron catapultadas con la mentira de que Winckler dejó en libertad a quien, imaginaba, era el autor de la más reciente matazón en Coatzacoalcos, pero lo cierto es que el sujeto apodado La Loca estuvo en manos, no de la veracruzana sino de la Fiscalía General de la República. En el embuste cayó el presidente López Obrador (quien después rectificó), dejando expuesto al titular federal, Alejandro Gertz Manero, a la sospecha pública.

La “destitución temporal” dizque por no cumplir con la revalidación de su certificado de confianza contraviene una resolución del Poder Judicial Federal, haciendo del conocimiento de sus verdugos que el único procedimiento legal por el que podría ser removido es mediante un juicio político.

¿Alguien creerá que la Juana Gallo que se prestó al atentado ejercerá su desaseado encargo de manera autónoma…?