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La zona euro ha mostrado sus defectos de armado en pleno vuelo. La agrupación de economías tan dispares en torno al marco alemán requería de reglas claras y disciplina al estilo teutón que no todos respetaron.

Cuando países tan dispares como Grecia o Portugal aspiraban a los niveles de vida de los alemanes, o al menos de los franceses, tomaron atajos que resultaron trampas.

Gracias a los desbalances en sus presupuestos y al excesivo endeudamiento, dotaron de infraestructura y crecimiento a sus economías. Pero todo como un peligroso montaje que quedó al descubierto con la Gran Recesión del 2009.

A ese enorme avión europeo le fallaron algunas piezas aparentemente menores, que no lo son si se toma en cuenta que en el aire no hay manera de darle servicio de mantenimiento.

La crisis global pegó más duro en la unidad económica europea porque al final del día el euro es una camisa de fuerza que impide que los países más débiles tengan la salida cambiaria como herramienta de ajuste financiero.

Así es que a la grave recesión global del 2009 se sumó el componente de quiebra de varias naciones del bloque. Y otra vez Alemania, que había patrocinado la homologación económica de los socios menores, tuvo que abrir la cartera para rescatarlos.

La otra salida era resignarse a descomponer el bloque, sacar a los socios débiles y crear un club que sólo incluyera el músculo europeo, digno de compartir una moneda inspirada en la divisa alemana.

En el proceso de corrección se provocó una nueva recesión que se encontró con una economía que no había despegado del todo. Alemania marcaba una clara diferencia del resto: mientras el promedio de desocupación de la unidad monetaria rondaba 12%, los alemanes se acercaban al pleno empleo.

La corrección europea ha servido a naciones como España para pagar las facturas de sus excesos, pero ejecutando los cambios estructurales necesarios de manera ejemplar, mientras que otras naciones como Italia o Francia se confiaron en su proceso de corrección.

Hoy la posibilidad de una nueva recesión en la zona euro es de casi 40%, pero con una complicación adicional.

Del avión enorme que vuela con dificultades, hoy la falla está en el motor. Alemania es el epicentro de la baja actividad económica y está realmente cerca de la condición recesiva.

Si Alemania cae en recesión es inevitable el contagio continental y hay países que sólo necesitan un pequeño empujón como Francia o Italia. Lástima por España y Grecia que empiezan a salir de su profunda oscuridad, pero ésa es la suerte comprada con el euro.

Si se concreta la tercera recesión europea en cinco años podría tener un efecto positivo: abrir la cartera alemana otra vez para facilitar un plan monetario que reactive la economía.

Hasta ahora el gobierno de Berlín ha sido el más reticente a implementar medidas extraordinarias desde el Banco Central Europeo. Pero el freno del motor principal de Europa podría hacerlos reconsiderar esta postura. Así como en su momento lo hicieron los estadounidenses.