La capacidad de movilización y beligerancia del SME y la CNTE las convirtió en las organizaciones de masas más poderosas del país. Con decenas de miles de agremiados y recursos de sobra para mantenerse en pie de lucha, estas organizaciones llegaron a ser temidas. Actuar en su contra llegó a ser impensable. Hasta que dejó … Continued
La capacidad de movilización y beligerancia del SME y la CNTE las convirtió en las organizaciones de masas más poderosas del país. Con decenas de miles de agremiados y recursos de sobra para mantenerse en
pie de lucha, estas organizaciones llegaron a ser temidas. Actuar en su contra llegó a ser impensable. Hasta que dejó de serlo.
La extinción de Luz y Fuerza del Centro en 2009 y ahora la reforma del Ieepo impactaron el corazón del SME y la CNTE. Aunque ambos casos, sobre todo el magisterial, están lejos de ser resueltos, la acción del gobierno ha tenido una sorprendente efectividad inicial y ha mantenido acotada la respuesta de esas organizaciones.
Este escenario solo puede entenderse a partir de cuatro premisas comunes. En primer término, las acciones se tomaron en un ambiente positivo de opinión pública: mayoritariamente adversa a estos movimientos sindicales y, en consecuencia, favorable a las medidas anunciadas.
Además, las medidas fueron acompañadas por una amplia demostración de fuerza del Estado. En el caso de LyFC, efectivos federales tomaron el control de las instalaciones eléctricas. En Oaxaca, el gobierno movilizó a miles de federales y logró órdenes de aprehensión contra algunos dirigentes sindicales.
Paralelamente, el congelamiento de las cuentas sindicales y la suspensión del flujo de millonarios recursos gubernamentales minaron la capacidad de las dirigencias para movilizar a sus agremiados y para mantener la cohesión interna.
También, se cuidó que los trabajadores no se quedaran sin opciones. A los electricistas se les ofrecieron generosas liquidaciones, la recontratación en CFE o apoyos para crear empresas de suministros. A los maestros se les ha dicho que no habrá despidos y que se respetarán sus derechos laborales.
La gran diferencia está en la capacidad del Estado para asumir la prestación de los servicios públicos. En 2009, los trabajadores de la CFE asumieron la operación de LyFC. Esto es imposible en Oaxaca, donde no hay sustitutos para los más de 80 mil maestros de la sección XXII. Sin ellos, millones de estudiantes podrían quedar sin clases.
Esta diferencia es enorme y puede ser suficiente para complicar el conflicto en Oaxaca. Aun sin violencia, el balance de fuerzas podría cambiar si la CNTE logra impedir el inicio del ciclo escolar. Pronto lo sabremos.