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Con la grosera exclusión de la titular del Poder Judicial o alguien que la representara en la ceremonia, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo ayer en Querétaro:

“La Constitución es nuestro escudo para defender a la nación”.

Por desgracia esa salvaguardia se ha vuelto poco confiable, porque el obradorato ha sumido a México en la peor crisis constitucional de su historia.

En su guerra insensata, la mandataria no excluyó a una persona sino a uno de los Poderes de la Unión, convirtiendo el acto en una celebración personal: se asume como quien puede definir qué Poder funciona o no (por afinidad política e ideológica, impensable que lo mismo hiciera con el Legislativo y sus lacayunas mayorías).

No se entiende que haya invocado la Constitución si para ella el Poder Judicial es prescindible, lo cual es un disparate mayúsculo, porque al asumir el cargo protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución.

En el cumpleaños de la Carta Magna se deshonró no solo el nombre Teatro “de la República”, porque no fue convocado uno de los Poderes que la definen, sino que se ofendió también a la soberanía popular que describe el Artículo 41 de la Constitución: “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados y la Ciudad de México, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de cada Estado y de la Ciudad de México, las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal”.

La sobada “soberanía del pueblo” estuvo representada únicamente en dos terceras partes, “en estos tiempos en los que aparecen amenazas a nuestra soberanía nacional, en los que el espíritu intervencionista asoma las puertas de nuestra patria, es momento de recordar la historia y nuestra grandeza. México es un país libre, soberano, independiente. No somos colonia de nadie ni protectorado de nadie”, según dijo la presidenta.

Y para que no haya duda de la politización facciosa de la impartición de justicia que pretende el oficialismo, sí fueron invitadas las tres ministras incondicionales de la 4T (Loretta Ortiz, Lenia Batres y Yasmín Esquivel), a quienes acomodaron en asientos de primera fila para que no quede duda del resuelto apoyo presidencial a que sean electas por los devotos del morenismo.

Mentira contumaz:

“Estamos unidos, estamos listos para encarar el futuro que prepara el destino, en estos tiempos que nos ponen a prueba como nación y como pueblo, queremos recordar la promulgación de nuestra Constitución y la herencia de nuestros ancestros para dar lo mejor de nosotros en la defensa de México y siempre cerca del pueblo…”.

Por protocolaria que haya sido la conmemoración y por mucho que el Ejecutivo sea quien organizó la ceremonia, ésta fue tan ajena a lo “republicano” que se antoja imposible imaginar que en la toma de protesta de la doctora no hubiera estado presente la digna ministra Norma Lucía Piña Hernández…