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El dólar es nuestra moneda, pero el problema es de ustedes”, de este modo tan directo contestó John Connelly, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, a aquellos que le reclamaban por el valor del dólar. Era 1971 y entonces la divisa estadounidense estaba depreciándose ante el pánico de Europa.

El dólar sigue siendo la moneda de Estados Unidos, pero no es tan fácil decir de quién es el problema ahora. Su nivel frente al euro es el más alto en 12 años. De cara al yen, está en máximos desde el 2008.

La corona sueca también cotiza en un alto valor histórico, pero a casi nadie le importa. Menos de un milésimo del comercio mundial utiliza la moneda sueca. El dólar es un caso en sí mismo. Sirve para realizar 70% de las transacciones comerciales del planeta. Es depósito de valor y referente en mercados de materias primas y servicios imprescindibles. Un cambio significativo en su valor tiene el potencial para generar olas y distorsionar los flujos comerciales y los valores relativos de los bienes y servicios.

En México este cambio de valor del dólar se dejó sentir en forma de turbulencias fuertes en el mercado cambiario. En el último mes, el peso se depreció alrededor de 4% frente a la divisa estadounidense, antes de que el Banxico se decidiera a vender una parte de las reservas que había estado acumulando. Hablar de una depreciación de 4% en cuatro semanas implica nerviosismo, movimientos de capitales y enrarecimiento del entorno para la toma de decisiones.

La divisa mexicana se ha recuperado en las últimas 48 horas, pero la presión alcista en torno al dólar seguirá por un buen rato. Por eso, las autoridades monetarias decidieron que la venta de 52 millones de dólares diarios durará tres meses.

El sistema de fuerzas que fortalece al dólar es gigantesco. Está hecho de algo intangible, pero de naturaleza imparable: las expectativas. Cientos de miles de millones de dólares apuestan a una revaloración del dólar porque en el futuro cercano vendrá un alza en las tasas de intereses que dicta la Reserva Federal de Estados Unidos, el banco central más poderoso del universo.

Las tasas de interés de Estados Unidos deben subir porque no pueden seguir indefinidamente en territorio de rendimiento negativo. Los intereses de la deuda de la Fed son inferiores a la inflación. Llevan más de un lustro así, como parte de una política de estímulos a la economía que fue implementada en el 2009, cuando Estados Unidos y el mundo se encontraron en riesgo de sucumbir a una crisis no vista desde 1929.

La economía estadounidense está creciendo a una tasa de 2.4 por ciento. Ya no requiere las tasas negativas ni otras medidas extraordinarias. Eso lo saben los expertos, pero no hay una idea clara para resolver la gran cuestión: ¿cuál es la forma más adecuada de subir las tasas y retirar los estímulos?

El alza de tasas impulsará el valor del dólar y podría reforzar los efectos negativos que ahora se sienten, para Estados Unidos, pérdida de competitividad de algunas de sus exportaciones y una reducción en el ritmo de crecimiento de la economía; para los países emergentes, como México, más volatilidad e incertidumbre. No hay un solo banco central con la capacidad para nivelar la balanza, cuando en el otro platillo está la Reserva Federal.

El dólar fuerte es una de las mayores amenazas a la economía global. Es la moneda de Estados Unidos, pero un problema para todo el mundo.

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