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Esto implica que habrá más premios para ahorrar los recursos que para pedirlos prestados.

La realidad es que nadie vio venir una presión tal sobre el peso por parte del dólar, que llevara a la cotización a niveles cercanos a 20 por uno.

Todavía, a finales del año pasado, parecía que la depreciación de la moneda mexicana ya había conocido sus peores momentos, con aquello de haber alcanzado casi los 17 pesos por dólar.

Por esos días no tan lejanos, los cálculos era que iniciando el 2016 habría de regresar la tranquilidad y con ella la cotización a niveles más tolerables. La idea de ver dólares de a 15 pesos era para ese momento ampliamente aceptada.

Pero ya vemos lo que este año nos tenía preparado y realmente no tenemos mucha idea de lo que sigue en las semanas por venir, conforme veamos indicadores de la actividad económica que reflejen la afectación de la turbulencia financiera global.

Pero así como no teníamos idea del alcance de la apreciación del dólar y de los efectos en cada una de las monedas emergentes, incluido el peso, así no tenemos mucha previsión de qué tan amarga puede ser la medicina para combatir los efectos de este desorden.

Porque eso sí es un hecho, consecuencias habrá de tener dólares tan caros, petróleo tan barato y en el caso mexicano, tal dependencia de los hidrocarburos y de Estados Unidos.

Lo que sabemos que habrá de ocurrir, porque es un ajuste que de hecho ya inició, es que subirá el precio del dinero. Y esto implica que habrá más premios para ahorrar los recursos que para pedirlos prestados.

Esto implica mayores presiones para servir la deuda pública, las deudas de las empresas, pero también las deudas de las familias. Y aquí es donde hay que poner el acento en un foco amarillo de la economía mexicana.

La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) acaba de dar cuenta de los créditos vía nómina que el año pasado tuvieron un incremento de 20%, para alcanzar un monto de 193,000 millones de pesos.

Es verdad que este tipo de préstamos suelen tener una tasa de interés inferior a las tarjetas de crédito, que se tiene que cubrir forzadamente un pago mensual, por el descuento del salario, y que la banca prefiere este tipo de préstamos que tienen el respaldo del ingreso del trabajador, depositado en una cuenta de débito de la propia institución que extiende el crédito.

El problema es que la tasa de interés de estos préstamos es varias veces superior a la inflación, a los aumentos salariales y está sujeta a cambios.

Además, el destino de este tipo de recursos prestados tiende hacia el consumo de bienes duraderos y hasta perecederos. Al tiempo que distraen recursos para el pago de otros servicios de deuda, como las tarjetas o hasta los hipotecarios.

Si suben las tasas no hay amenaza para la salud de los bancos que operan en México, porque tienen una cartera sana. La amenaza de tener que pagar más, por el aumento que viene en las tasas de interés, es para las familias.

Así que hay que tomar nota todos que es un hecho que va a subir el costo del dinero y que cualquier planeación de mediano y largo plazos tiene que tomar esto en cuenta.