El empresario del cabello amoldado bajo el modelo de queso de Oaxaca, pretende terminar la construcción del muro en la frontera con México y entorpecer el proceso de solicitudes de asilo aumentando los requisitos para lograrlo
El pasado 5 de noviembre aconteció en Estados Unidos algo más que una elección: el perdón otorgado por un jurado popular-electoral a un delincuente acusado de 34 cargos de falsificación de registros comerciales; del pago de 130,000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para acallar su relación extramarital; de llevarse, al terminar su presidencia, documentos clasificados de defensa nacional a su mansión de Mar a Lago; así como el intento de él y sus aliados para anular la elección del 2020; el beneficiado con la absolución es un empresario de 78 años, miembro del Partido Republicano, misógino, xenófobo y anaranjado al que se le cruzan los cables, cuyo nombre es Donald Trump.
Trump 2.0, ataca de nuevo, más empoderado, con menores contrapesos institucionales y con planes de cambios drásticos en la relación con nuestro país, desde la seguridad hasta la política energética. Con promesas de campaña que rebasan la retórica para señalar sus verdaderas intenciones contra México, su principal socio comercial, con el cual, para quedar bien con sus electores, piensa cerrar la frontera, desde el primer día de su mandato, algo que nos perjudicaría si consideramos que nuestro comercio con EU equivale a tres millones de dólares por minuto.
El magnate de las manos pequeñas en relación con su estatura, quien ya fue el presidente número 45 de Estados Unidos, y que será el mandatario número 47, prometió, durante su campaña, la realización de redadas masivas y deportaciones de indocumentados de todas latitudes, pero principalmente mexicanos. Aquí habría que hacer notar que por la ignorancia que padecen Trump, sus secuaces y un buen número de gringos, el término ‘mexicans” califica a todos aquellos que vienen del sur de lo que para ellos es el Río Grande —el Bravo para nosotros. En la lógica trumpiana basada en el desconocimiento, Guatemala, El Salvador y Honduras, “son tres países mexicanos”.
El empresario del cabello amoldado bajo el modelo de queso de Oaxaca, pretende terminar la construcción del muro en la frontera con México y entorpecer el proceso de solicitudes de asilo aumentando los requisitos para lograrlo.
Según Trump “la palabra más hermosa del diccionario” es el vocablo “aranceles”, los cuales piensa imponer a las empresas automotrices, inclusive las norteamericanas, pero especialmente las chinas, que fabriquen o ensamblen sus productos en México. De hacer esto perjudicaría a la industria mexicana pero también a los ciudadanos estadounidenses que serían los que, finalmente, pagarían los costos arancelarios.
Un tema candente es el del combate a la producción y al trasiego de fentanilo a EU. La óptica de Trump, que no llega más allá de sus narices, prefiere culpar a México del apetito desorbitado por las drogas que tiene la sociedad estadounidense antes que poner paliativos a través de las instancias de salud e investigar a quienes manejan las drogas en territorio norteamericano una vez que los cárteles mexicanos las introducen a través de sus descuidadas e ineficientes o cómplices fronteras.
No olvidemos que el próximo año será la revisión del TLC entre Canadá. Estados Unidos y México, ahí veremos de qué lado masca la iguana, a qué se va a enfrentar la soberanía mexicana a través del gobierno de la doctora Sheinbaum que tendrá que luchar contra el proyecto de derecha proteccionista estadounidense y la derecha cimarrona que al sentirse huérfana de apoyo y de madre, buscará el aliento a azufre de la Casa Blanca de Trump.
Ya los senadores panistas Marko Cortés y Lilly Téllez —sigo esperando la invitación a la inauguración de su cerebro— pretenden que los cárteles mexicanos de la droga sean declarados como “narcoterroristas” para que el Ejército estadounidense pueda entrar a México y acabe con los malandrines. Basan sus argumentos simplistas en la ignorancia de la historia universal de los siglos XX y XXI.
Punto final
El Papa Francisco agradeció a Donald Trump el que haya puesto a rezar a la humanidad.