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Ha alcanzado su mínimo histórico al mismo tiempo que la cotización del peso frente al dólar se depreció 25%.

La semana pasada se publicó el dato de inflación de la primera quincena de julio, en donde el INPC registró un incremento anual de 2.76 por ciento. Este dato representa la cifra más baja de inflación anual desde que se tiene registro de este dato y además refleja una dinámica muy favorable tomando como base el dato de inflación anual de 4% de exactamente hace un año.

Esta trayectoria tan favorable y sin precedente histórico en los datos de inflación se explica principalmente por tres factores: 
i) una importante desaceleración en el incremento de los precios de alimentos y bebidas que en el 2014 fueron impactados por la introducción del IEPS; ii) una mejor dinámica en los precios de servicios atribuible a la reducción en los costos de telefonía debido a la eliminación del cobro de largas distancias; iii) una mejor dinámica en los precios de la electricidad, y iv) la eliminación del incremento mensual en los precios de los combustibles.

El comportamiento favorable de estos rubros ha sido suficiente para contrarrestar una aceleración importante en el incremento de precios de bienes agropecuarios y servicios de educación. Independientemente del significado histórico de esta disminución en la inflación, lo más interesante es el contexto en el que este fenómeno se está dando. La inflación ha alcanzado su mínimo histórico al mismo tiempo que la cotización del peso frente al dólar se ha depreciado 25%, alcanzando un nuevo máximo histórico, y que las tasas de interés se encuentran en su nivel más bajo en la memoria.

Históricamente, la depreciación del peso frente al dólar ha sido una fuente importante de inflación debido al incremento de los precios de los bienes importados y al traspaso de este incremento de precios a otros bienes y servicios que a su vez generaban un incremento en las expectativas de inflación.

Para el Banco de México, la situación actual refleja que los mecanismos de determinación de precios en la economía han mostrado un cambio estructural y que el traspaso de la depreciación del tipo de cambio a la inflación ha disminuido drásticamente. Uno de los cambios más importantes, en contraste con el pasado, es la ausencia de efectos secundarios en los precios de bienes y servicios que no necesariamente están relacionados con el tipo de cambio. Esto claramente se debe a una mayor competencia en la economía y un mucho mejor flujo de información que ayuda a los consumidores a discriminar inmediatamente cuando algún proveedor de bienes y/o servicios busca aprovechar el pretexto de la depreciación para aumentar precios.

Sin embargo, el fenómeno de la ausencia casi total del traspaso de la depreciación del tipo de cambio a la inflación merece un análisis mucho más detallado. Más allá del cambio estructural al que hace referencia el Banxico, sin duda hay factores exógenos que han contribuido a este fenómeno. Por un lado, el precio en dólares a nivel global de las materias primas —tanto alimenticias como industriales y energéticas— ha mostrado ajustes muy importantes a la baja, por lo que su precio de importación medido en pesos mexicanos no ha tenido aumentos tan importantes y en algunos casos ha disminuido.

Por otro lado, aunque 50% de las importaciones que hace México viene de Estados Unidos, una parte no despreciable de éstas son de carácter temporal y conforman parte de la cadena productiva de bienes que después México exporta a Estados Unidos. Tal vez más importante, el resto de las importaciones que hace México vienen de Asia, Europa y Sudamérica y están denominadas en monedas que también se han depreciado considerablemente frente al dólar y cuya cotización frente al peso mexicano se ha mantenido o incluso deteriorado.