Elecciones 2024
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Hay piromaníacos a los que no les importa provocar un gran incendio desde sus posiciones de gobierno, porque aspiran a eternizar su poder así sea sobre las cenizas de un país.

Pero quienes juegan con fuego desde el poderío descomunal que tiene la economía de Estados Unidos, no miden las consecuencias de que en sus vencidas brinquen algunas brazas encendidas hacia una pradera económica que hoy está seca.

Estados Unidos alcanzó el techo de su deuda desde el pasado 20 de enero y si la fecha fatal que conocemos es el próximo jueves 1 de junio es porque el Departamento del Tesoro de Janet Yellen ha estirado la liga para que alcancen los recursos disponibles hasta ese día.

Pero si salen mal las cuentas podría ser en cualquier momento que Estados Unidos declare, por primera vez, una moratoria en el pago de sus compromisos financieros. Entonces sí, conoceríamos los impactos de una crisis financiera inédita, provocada por dos partidos políticos que buscan sacar de la urgencia la mejor parte para su propia causa.

El lugar común es decir que siempre acaban por ponerse de acuerdo. Puede ser, pero hay margen para que fallen los cálculos.

En el camino ya hay consecuencias que ya son visibles, no sólo en el nerviosismo de los diferentes indicadores bursátiles, sino en el hecho de que, en esta disputa claramente preelectoral, ya hay costos tangibles para muchos agentes económicos.

Los que se adelantan a lanzar la advertencia, porque ese es su trabajo, son las firmas calificadoras.

Fitch Ratings mantiene la calificación de la deuda de largo plazo de Estados Unidos en el máximo grado de la “AAA”. Sin embargo, hoy ya está en vigilancia crediticia Negativa.

Es una forma de encender las luces de alerta sin llegar hasta el extremo de rebajar la calificación crediticia, como sí lo hizo Standard and Poor’s (S&P) en el 2011, cuando en un escenario muy parecido al actual rebajó la nota crediticia estadounidense del grado perfecto de la “AAA” al nivel inmediato inferior de “AA+”.

Fue un golpe muy duro para los mercados, pero en especial para la clase política que quedó evidenciada como incapaz de hacer lo correcto por su país con algo tan sencillo, que no debería existir en la legislación estadounidense, como lo es el techo de la deuda.

Claro, el gobierno de Barack Obama se la cobró a S&P y dos años después su gobierno llevó a esta firma a un juicio por las calificaciones de los bonos subprime.

Así que, mejor una tarjeta amarilla previa de Fitch. Que podría cambiar la próxima semana al nivel de degradación si no se ponen de acuerdo el gobierno de Joe Biden y la mayoría republicana de la Cámara de Representantes para dejar de jugar con fuego con la economía de Estados Unidos y con ella la del mundo.

Si se declara el default se desatarían ventas de pánico de los bonos del Tesoro que habrían perdido el valor al cual los inversionistas confiaron sus recursos. En la cascada irían todos los mercados financieros y las deudas de otros países que tienen como punto de partida ese valor de los bonos. En fin, la quemazón total.