Elecciones 2024
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Alejandro Rojas Díaz-Durán respeta más a Paquita la del Barrio que a Yeidckol Polevnsky. Para su vecina —ella es de la colonia Guerrero, él vive en la Condesa, ambos en la alcaldía Cuauhtémoc—, el político morenista sólo tiene expresiones elogiosas. “Es una extraordinaria artista popular, que yo admiro”. Para la empresaria mexiquense, exsenadora y presidenta interina de Morena, epítetos devastadores: paranoica, esquizofrénica, presa de fantasmas ideológicos…

“No he calumniado, ni difamado”, insiste ayer en su más reciente escaramuza contra la lideresa partidista, motivada por la filtración de un audio —al periódico Reforma— al que atribuye el cierre de la afiliación al partido a una orden presidencial. “Se esconde detrás de la investidura presidencial para tratar de justificar su prepotencia y autoritarismo”.

“Queremos evitar que Morena se convierta en el nuevo PRD… o en el PRIMOR”, justifica tras sus acusaciones contra Yeidckol y Luis Miguel Barbosa Huerta, a quien se resiste reconocer como candidato a la gubernatura de Puebla hasta que la impugnación promovida por Alejandro Armenta sea resuelta en definitiva por los magistrados electorales.

“En cuando haya fallo, yo me callo,” acota. Mientras exigirá a la FGR que indague sobre el patrimonio inmobiliario del abanderado morenista, tras su denuncia por presunto enriquecimiento inexplicable. “No he insultado a nadie. Sólo he descrito hechos que nadie ha refutado”.

Eterno disidente, Rojas Díaz-Durán pasó de ser un enfant terrible dentro del priismo a cumplir con una modesta carrera legislativa que intermitentemente brincó entre la reforma política de la Ciudad de México y las relaciones internacionales.

Estudiante de la Ibero, comenzó su carrera política en 1977, dentro del staff del entonces secretario de Educación Pública, Porfirio Muñoz Ledo, gracias a la recomendación de su padre, quien es recordado como uno de los estenógrafos más eficientes en Los Pinos. En el sexenio de Miguel de la Madrid, junto con su hermano Alfredo y otros colegas de aquella universidad jesuita, integró un equipo de asesores que trabajó —entre otros— para Ignacio Zúñiga, ahijado político de Fidel Velázquez.

Antes de integrarse a la Corriente Crítica del PRI, buscó infructuosamente convertirse en líder del MNJR en unas elecciones que ganó José Encarnación Alfaro. Y cuando Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas dejan las filas del tricolor, decide quedarse con Rodolfo González Guevara, Luis Priego Ortiz y otros jóvenes líderes, que confluyeron en la agrupación Democracia 2000.

En 1993, como enlace de ese organismo, participó en la organización del primer plebiscito en el Distrito Federal, que entonces era gobernada por Manuel Camacho Solís. El secretario de gobierno era Marcel Ebrard Casaubón y entonces comenzó una relación política. “Mi primer tutor en la política fue Muñoz Ledo, pero mi aliado es Marcelo”, resumiría Rojas Díaz-Durán.

Aún era priista cuando en 1994 llegó a la Cámara de Diputados, pero dos años después renunció a su militancia, en medio de la persecución zedillista a los camachistas. En 1999 estuvo al lado de Camacho y Ebrard en la fundación del Partido del Centro Democrático. Suya fue la idea de que se unieran a la candidatura de AMLO por la Jefatura de Gobierno.

Ebrard estuvo al frente de la policía capitalina y en Desarrollo Social entre el 2000 y el 2006 y con él, Rojas Díaz-Durán, quien durante la campaña de su jefe por el gobierno capitalino fungió como su coordinador general, encargado de elaborar el borrador de la Constitución de la Ciudad de México.

En el primer trienio de ese periodo abrazó la bandera de la reforma política y en el 2008 fue transferido a la Secretaría de Turismo durante los primeros cinco años de la administración de Marcelo Ebrard en el GDF pero fue relevado de su cargo, en enero del 2012, tras haber adelantado que un marcelista sería el abanderado de la izquierda a la Jefatura de Gobierno. La entonces lideresa de la Asamblea Legislativa, Alejandra Barrales, disputaba la nominación con Miguel Ángel Mancera y Mario Delgado, pero amagó con desconocer la encuesta por el fallido destape del funcionario capitalino.

Una “imprudencia” (Manuel Camacho dixit), que el funcionario trató de conmutar —sin éxito— por un exilio temporal. Luego de la campaña presidencial y el triunfo de Enrique Peña Nieto, los ebraristas —ya con Miguel Ángel Mancera al frente del GDF— fueron sujetos de investigaciones, por el presunto fraude cometido durante la construcción de la Línea 12 del SCT-Metro. Ebrard Casaubón pasó un lustro en un exilio autoimpuesto y Rojas Díaz-Durán, quien renunció al PRD en el 2015, terminaría por integrarse al equipo del exgobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal Ávila, quien fue desde la jefatura de la delegación Cuauhtémoc, intentaría postularse al gobierno capitalino.

Rojas Díaz-Durán era asambleísta y con la protección del fuero enfiló baterías contra la dirigencia de Morena, que ya encabezaba Yeidckol Polevnsky. Un pleito que empezó hace dos años y que —de acuerdo con las encuestas— ya afecta a la imagen del partido oficial.

EFECTOS SECUNDARIOS

INQUIETUDES. Tardaron cuatro meses, pero lo consiguieron. Los diputados de Morena, con el aval del resto de las fuerzas políticas representadas en el Congreso del Estado de México, abrogaron el decreto que garantizaba seguridad y ayudantía para exgobernadores y sus familias. Así, Alfredo Baranda, Emilio Chuayffet, Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila quedaron sin escoltas. Los inconvenientes de tal medida fueron soslayados, en aras de la austeridad republicana, pero resuenan con ímpetu a raíz del asesinato del teniente coronel Sergio Armando Hernández Vega, quien había causado baja del Ejército mexicano para integrarse a CUSAEM, un servicio de vigilancia policiaca dependiente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana estatal, y había sido asignado a la vigilancia de Peña Nieto. Entre las imágenes filtradas aparece una imagen del registro federal de armas, correspondiente a una pistola FN-Herstal, calibre 5.7, a nombre del expresidente. Entre los elementos del desaparecido EMP comúnmente se referían a ella como la “matapolicías”.

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